Italia-Albania, del país de los entrenadores

El comisario Luciano Spalletti es nuestra esperanza. No el único: el principal. Siempre he tenido en alta estima a los entrenadores, su competencia, la capacidad que poseen para cambiar positiva o negativamente el valor de los jugadores y de los equipos, partiendo de una convicción inquebrantable: sin buenos futbolistas no se puede ganar una temporada feliz.

Hay varios tipos y especificidades de entrenadores, dividirlos en jugadores orientados a resultados y jugadores juguetones, rígidos y flexibles, es una enorme chorrada. En este sentido, hace un par de días tuve que pedir disculpas a Roberto De Zerbi por haberlo llamado “científico”: recientemente me vi atrapado en el calor – equivocadamente hacia él – cuando, durante un debate televisivo particularmente acalorado, el ex técnico Los dirigentes de Brighton se habían transformado en los anti-Allegri y anti-Mou, los líderes del partido: confieso mi parcialidad. Sin embargo, sigo convencido de que es imposible emitir un juicio objetivo sobre el fútbol: siempre es un juicio sesgado. De Zerbi tiene unos principios muy válidos y es un trabajador incansable, pero es el primero en reconocer el notable impacto de la calidad del jugador en el juego y en los resultados: y cuando está a punto de sufrir las decisiones del mercado de fichajes es capaz de dimitir y dejando sobre la mesa un contrato de 11 años millonarios.

Volviendo a la selección que debuta con la Albania de Sylvinho, ex colaborador de Mancini, confirmo que confío mucho en Spalletti, que es la expresión de la mejor escuela de entrenadores del mundo.
Lucio no puede ganar partidos solo, ningún entrenador es capaz de hacerlo, ni siquiera Guardiola, considerado el mejor de la categoría, pero sabe poner en dificultades a cualquier rival, multiplica las soluciones y tiene las herramientas (incluso emocionales). Las contorsiones de las que tanto se habla son de muchos.
Cuántas veces nos han dicho que en Italia hay 60 millones de entrenadores y todos ellos son buenos delante de la televisión. El último en decirlo fue Pirlo. De esos 60 millones -que abandonaron la televisión desde la infancia- han surgido en los últimos treinta y cinco, cuarenta años Allegri, Ancelotti, Capello, Conte, De Zerbi, Gasperini, Inzaghi, Italiano, Lippi, Mancini, Montella, Pioli, Ranieri, Sacchi, Sarri, Spalletti y otros.
Alex Ferguson dijo una vez que “formarse significa afrontar una serie infinita de desafíos: la mayoría de ellos tienen que ver con la fragilidad del ser humano”. Luciano debe hacernos inquebrantables.

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