Sylvie es una madre soltera con dos hijos que cuidar, cuyo hijo menor, Sofiane, es bastante problemático. Su vida es caótica y desordenada, y Sylvie, aunque cariñosa e implicada, también es un poco dura en la gestión del hogar. Un día, mientras su madre está en el trabajo intentando mantener a la familia, Sofiane resulta herida y acaba en el hospital. Los servicios sociales se lo llevan de casa para enviarlo a una institución, y Sylvie no tiene más remedio que librar una batalla para intentar que su hijo vuelva a casa.
Nada que perder Es la primera obra de ficción de la joven directora Delphine Deloget que proviene del cine de realidad y no quiere apartarse de esa realidad, ni siquiera al contar una historia que ella misma ha escrito cuidadosamente. Todo sucede ante nuestros ojos con una inmediatez y una urgencia comparables a las de Sylvie, interpretada por una excelente Virginie Efira.
Estamos ante una película inmersiva ambientada en un contexto familiar pero también en una realidad socioeconómica y geográfica bien definida. Y nos empuja a pensar sin prejuicios sobre las trampas en las que todos corremos el riesgo de caer, en parte por nuestra culpa y en parte por la rigidez de las instituciones que nos rodean.
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