No cuelgues, la reseña de la película con Barbara Ronchi

No cuelgues, la reseña de la película con Barbara Ronchi
No cuelgues, la reseña de la película con Barbara Ronchi

Independientemente de tener éxito o no, no cuelgues es una especie de advertencia, capaz de recordar al público – superando prejuicios – que el cine italiano todavía es capaz de oscilar entre géneros, abordando de la mejor manera posible un noir de alto voltaje. Aunque no se llega a la caracterización completa del tiempo, el espacio y la acción (como ocurre en Bloqueolo que parece inspirarlo), no cuelgues de Manfredi Lucibello todavía consigue crear una sensación de angustia y tensión extrema jugando con algunos ingredientes cocinados a fuego lento y con una atención constante para no parecer nunca fibroso, sino exitoso y coherente.

No cuelgues: la trama

Los ojos de Bárbara Ronchi

Inspirándose libremente en la novela homónima de Alessandra Montrucchio, no cuelgues Es la historia de una noche. Es la historia de una llamada y una carrera, entre una Roma encerrada y una casa en Santa Marinella. El calendario dice que es el mes de marzo 2020. Todos duermen, menos Irene (Barbara Ronchi). Y es en plena noche cuando la mujer recibe una llamada. Al otro lado del teléfono está Pietro (la voz es de Claudio Santamaría), la expareja que se fue traumáticamente seis meses antes. Pietro quiere poner fin a esto, con su profesión, pero también con su vida. Una señal de alarma demasiado apremiante para Irene, que sin pensarlo dos veces se sube al coche, y desafía la oscuridad y las disposiciones que obligan a todo ciudadano a permanecer encerrado en casa, sólo para salvar a un amor perdido, tal vez incluso para salvarse a sí misma.

La oscuridad que traga el miedo

ver en Locke El teléfono de Tom Hardy se apagó y sonó, vibrando y convirtiéndose en el guía de un hombre en un desequilibrio personal imperfecto, el de Bárbara Ronchi en No cuelgues es una línea que debe permanecer libre, nunca perturbada, pero siempre abierta a otra existencia tambaleante y fragmentada, dispuesta a cerrarse como una llamada no deseada, como la de su ex compañero Pietro. Hasta que Irene, de Barbara Ronchi, corre por las calles de una Roma fantasmal, cerrada en casa en medio de una pandemia, la película es un viaje que te lleva de la mano y, sin previo aviso, te hace sumergirte en su estado de ánimo. inquieto y temerosoinclinado hacia lo peor, pero impulsado por un alma salvadora.

En el set de la película con Manfredi Lucibello, Barbara Ronchi y Claudio Santamaria

Secuencia tras secuencia, sentimos toda la inteligencia emocional de Irene, al igual que sentimos el paso del tiempo, las ruedas zumbando, mientras baja la gasolina y aumenta la soledad, con una gasolinera que podría ser caldo de cultivo para más pesadillas. Una situación que exacerba esa sensación de miedo, ese sentimiento de fracaso, que afecta a la mujer y con ella, afecta al espectador. La fotografía es un lienzo pintado con matices sombríos, cortado por unos destellos de luz y matices fríos, que toman de la mano el constructo emocional y lo exaltan, reduciendo cada vez más la distancia entre la protagonista y su público.

El pequeño espacio de un coche

No cuelgues: Manfredi Lucibello y Claudio Santamaría en el set

El reducido espacio del habitáculo de un coche y el desplazamiento por vías tan anchas, pero tan comprimidas por su carácter desértico, envuelven al espectador dejándolo sin aliento. Nuestro latido se sincroniza con el del protagonista.: Inconscientemente, se inicia en el espectador un proceso de emulación que le lleva a respirar como Irene, a reduplicar sus emociones, pasando de un estado de miedo a otro de ira y alivio. Obligado a estar en un entorno como el de tu coche, todo se vuelve claustrofóbico; una sensación debilitante que está perfectamente en consonancia con la naturaleza de una película como Don’t Hang Up. Precisamente por eso la sensación disminuye en el momento en que este espacio se abre e Irene sale de ese coche/prisión para entrar en una casa, de día, haciendo que el clímax disminuya.

Espectadores o directores de un universo invisible

Bárbara Ronchi es Irene

no cuelgues funciona es porque en él la brecha entre la acción y un diálogo que muchas veces se convierte en monólogo, es uno capucha que aumenta la tensión, dejando la imaginación del propio espectador para convertirse en un director más. Sin ver al personaje de Claudio Santamaría, sólo escuchándolo, Lucibello juega con la fuerza de un fuera de campo cada vez más opresivo. No vemos, no sabemos si lo que dice Pedro es verdadero o falso. Interviniendo con nuestra imaginación completamos mentalmente lo que está ausente, los recuerdos sólo recuperados verbalmente y nunca mostrados, las expresiones invisibles. Guiados por constantes primeros planos y detalles físicos (ojos y manos) nos anclamos a Irene, intentando moverse a lo largo de los límites de su mapeo emocional, robando secretos e interpretando lo no dicho. Barbara Ronchi, por tanto, se enfrenta a una especie de infierno personal, nacido en una Roma fantasmal y tristemente conocida. Sin embargo, será el final catártico el que desvíe la historia, perdiendo su energía motriz, frenando su fuerza motriz.

Moviéndose entre arrepentimientos y recuerdos, voces que se convierten en fantasmas de un pasado que perseguir y encuentros vestidos de posibles alucinaciones, no cuelgues sigue la estela del cine independiente angloamericano y demuestra cómo el cine italiano está más vivo que nunca. Sólo tienes que esperar a que alguien conteste la llamada.

Conclusiones

Concluimos este repaso de Non Riattaccare subrayando cómo la película dirigida por Manfredi Lucibello consigue perfectamente crear una sensación de tensión, aprovechando al máximo el espacio pequeño y claustrofóbico de un coche en marcha. Una llamada constante, una línea a menudo perturbada y un corolario de recuerdos y remordimientos son los ingredientes principales de un cine negro exitoso, que toma a su público y lo arroja al centro de un intento de rescate mientras todo a su alrededor está en silencio y la noche incorpora cada emoción.

porque nos gusta

  • La actuación de Bárbara Ronchi.
  • El poder del fuera del campo.
  • Las escenas en el coche, que enfatizan cada momento de tensión.

Qué ocurre

  • La elección de abrir la propia historia, trasladando el espacio de acción del coche a una casa junto al mar.
  • No haber mantenido el mismo voltaje nominal.

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