Pozzuoli, 9 (o 30) en la prueba de evacuación

odio la indiferencia y entiendo lo humano que es tratar de mantener los malos pensamientos fuera de tu cabeza. Sin embargo, la imagen de los nueve –digamos nueve– Los ciudadanos de Pozzuoli que se presentaron ayer por la mañana para la prueba de evacuación están asombrados.. Habían reservado 200, ya eran muy pocos y 191 nunca llegaron. Según el Municipio, hubiera sido difícil llegar a 30 (¿dónde?). Tu entenderás.

Desde hace semanas, toda Italia -incluidos nosotros en La Ragione- con razón va tras las alarmas, los sobresaltos, los miedos más que comprensibles. Hemos escrito e informado sobre las noches pasadas fuera de casa por muchos ciudadanos de la zona de Flegrea y de Pozzuoli en particular.
Nunca nos atreveríamos a banalizar los miedos de las personas y en general las más que legítimas reacciones y el escritor vivió en primera persona el devastador terremoto del 23 de noviembre de 1980.. Sin embargo, ¿cómo no plantearnos una simple pregunta: cuándo pensará (o mejor dicho, comprenderá) el ciudadano italiano medio? ¿de tener que contribuir activamente, de tener que hacer su parte por la seguridad de uno mismo, de la familia y de toda la comunidad? Cuando salgamos del cortocircuito intelectual, del que siempre tiene la culpa el Estado – pase lo que pase – y siempre tenemos el mérito nosotros. ¡¿Lo que sea que hagas o, como en este caso, no hagas?!

Los simulacros de evacuación son (serían) algo muy serio y en cambio en el imaginario colectivo no son más que una pérdida de tiempo, una molestia impuesta por las autoridades para limpiar sus conciencias y apegarse a la ley. En caso…

Suponiendo que tales consideraciones tengan fundamento, simplemente no podemos entender cómo nuestra actitud indiferente o directamente arrogante las legitima.
Hay algo terriblemente parasoviético en todo esto: en los tiempos de la URSS la gente pretendía trabajar y el Estado pretendía pagar. En este caso, el Estado prepara planes que nadie conoce en detalle y mucho menos nadie se ha molestado en comunicar a todos los interesados, obligándoles, en caso necesario, a hacer su parte.

Muchos ciudadanos de las zonas de riesgo, una vez pasado el miedo al terremoto, han superado la fase de “fingir”. Poco o nada les importa, levantando un monumento a la desconfianza y la desorganización

De Fulvio Giuliani

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