Título: ¡Todos por Millico, Millico por todos!

Título: ¡Todos por Millico, Millico por todos!
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Millico en acción (foto Antonello Forcelli)

Con esa cara que es un poco así, con esa expresión que es un poco así… Bruno Lauzi miró a Génova. ¡Tenemos la enésima magia de Vincenzo Millico! Hace algún tiempo estuvo Miro Klose, el encanto anormal de su profesionalismo. El rugido del “káiser” que marcó más goles que nadie en la historia de las fases finales del Mundial. En la Curva Norte del lado de Lazio había un cartel: “Pelota a Klose y nos abrazamos!” Era la expresión casi fetichista de una fe profunda. De hecho, cuando la esfera pasó cerca de Miro, ¡el rugido ya estaba en pleno apogeo!

Lejos de nosotros querer hacer comparaciones inapropiadas. Le pidieron a Romário, el maravilloso «9 verde y oro», que comentara sobre su potencial heredero Endrick, el nuevo fenómeno brasileño que marcó en apenas unos días en Wembley y el Bernabéu. El Baixinho él respondió: “Sólo hay uno de Romário”. Aquí no molestemos a las estrellas… pero cuando el balón acaba en los pies de Vincenzino, se desencadena el shock de la sorpresa. Un boceto tras otro. Un lienzo sobre el que pintar trayectorias artísticas. La obra maestra que “sacramentó” la victoria en Messina ya está registrada. El juicio acabó con una sentencia inapelable: el abrazo colectivo del grupo. La ovación dada por su pueblo al producto de la Vieja Filadelfia. Donde Tauro es una cultura del orgullo. Donde el granate es el color de la historia. Allí donde se respira el aire de Superga, el cerro que conserva el alma de un equipo inalcanzable.

Millico creció oliendo el olor de Filadelfia, un lugar especial porque allí se unen la tragedia y la epopeya de la redención. Exactamente lo que buscaba Vincenzino cuando eligió Foggia. ¡Rescate! Foggia es una plaza única. Despiadado, irreverente, arrogante, presuntuoso. Terriblemente visceral, pero también enormemente generosa. En Foggia se hacen verdaderos futbolistas. El último por orden de tiempo fue Luca Ranieri. Juventud y personalidad al servicio de una causa que entonces – ¡¡¡ay!!! – se perdió. Como la cara, como el profesionalismo. Como ilusión y sueño.

Foggia sirvió a Vincenzino y Vincenzino sirvió a Foggia. Renacer de las cenizas como un Fénix. Algunas actitudes que corregir, una zambullida improvisada en el mar de la humildad, y luego Millico se hizo con Foggia. Es el equipo, no la afición y menos aún la crítica, quien lo eligió líder. Sus compañeros reconocen su talento. Hoy, la primera mirada de quienes están en dificultades se dirige a Vincenzino. Pelota a Millico… y esperemos a que se saque un truco de mago del sombrero. Las raíces en aquella cruz rozada por Giugliano. No sacudió a la tropa. La herida era demasiado profunda para curarse con un suave golpe con la izquierda. Era necesario caer en el agujero negro del terror para renacer y volver a “mirar las estrellas”. Pero ahora todo es diferente. El ábaco de asistencias ya está “agotado”. Faltaba apenas la ceremonia de investidura de un caballero andante. Llegó a Franco Scoglio. Un comentario al margen: al difunto “profesor” le habría encantado Vincenzino. Su personaje. ¡Su mano derecha controlada a distancia!

Todos por Hugo, Hugo por todos.”, fue el lema de los mexicanos durante el Mundial de local de 1986. Donde Hugo representó a Hugo Sánchez, sugerente goleador del Real Madrid bautizado como “Quinta del Buitre”. ¡Todos por Hugo, Hugo por todos! Para toda una nación. Para un pueblo hambriento de gloria. “Hugol”, como apodaron al delantero de la Ciudad de México, llevó a su equipo a los cuartos de final. Allí terminó la carrera, pero quedan grabados en la memoria chicana sus hazañas con la camiseta Tricolor. Pues en las siempre “tortuosas” tierras de Capitanata es un poco así. Todos por Vincenzino, Vincenzino por todos.

Ninguno deminucio de la importancia de los demás. El grupo rocoso endurecido por el miedo es el motor del nuevo Foggia de Cudini, que supo aliarse con los “episodios”, seducirlos y atraerlos a su lado. Y cuando logró anestesiarlos, encendió la luz. Filtrado “visionario” (¡como dirían los buenos comentaristas!) de Millico, solución cruzada de Gagliano (encabezamiento al delantero centro del Alghero). Y Foggia se desprende de los bloques. El doblete de Tascone (dos goles en tres partidos) es la consagración de una fuerza “todo incluido”. Faltaba la perla. Un gol como el de Del Piero, salvo que Vincenzino es del lado opuesto del Saboya. Juego, partido, partido (otra jerga muy popular entre los periodistas de la “nueva era”). El chico de Filadelfia guarda sus botas. De vuelta a casa. Su nuevo hogar. La Foggia. Todo por Millico, Millico por todos! Pelota a Vincenzino y nos abrazamos…

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