Libros de Babel. “Cada respiración es una lucha”. La enfermedad a través de los siglos: “El atlas de los venenos” de Heinrich Falk

El atlas de los venenos de Heinrich Falk, publicado en Italia por Adelphi, profundiza en los meandros más oscuros del alma humana, transformando en narrativa enfermedades que han marcado tres siglos de historia. La novela se sitúa a medio camino entre un thriller de ciencia ficción y una reflexión filosófica, escenificando una epopeya que atraviesa el espacio y el tiempo.

Heinrich Falk, nacido en Berlín en 1968, estudió medicina y psicología en Heidelberg, donde desarrolló su interés por la historia de las enfermedades y su interacción con la sociedad. Después de trabajar durante años como psiquiatra, Falk comenzó a escribir, inspirado por sus estudios y su experiencia clínica, llamando mucho la atención desde su debut por su profundidad y originalidad de pensamiento. El atlas de los venenos –su cuarta novela– representa la culminación de su carrera, una obra que combina el vasto conocimiento científico de un hombre cuya sensibilidad narrativa parece ser, hoy en día, igualmente rara.

El lenguaje de Falk es denso, rico en detalles, capaz de evocar vívidamente la atmósfera de los diferentes siglos que forman el telón de fondo del desarrollo de la trama. Su prosa es a la vez lírica y precisa, capaz de capturar tanto la belleza como el horror de los contextos descritos. Los protagonistas de la novela, entre ellos el médico y psiquiatra Johannes Kremer, están delineados con gran cuidado, representando cada uno un punto de vista único sobre las épocas atravesadas. Kremer, en particular, emerge como una figura compleja y tridimensional: la de un hombre dividido entre el rigor científico y las implicaciones morales de sus descubrimientos.

En el siglo XIX, Falk, hablando de consumo, dirigió su atención a las represiones sociales y culturales de la época. Se evoca magistralmente la sociedad victoriana, con sus rígidos tabúes sexuales y normas restrictivas., revelando cómo la enfermedad en sí no puede considerarse un hecho puramente médico, sino también en gran medida un reflejo del Zeitgeist de la época. En esta sección de la novela el autor retoma las teorías de Michel Foucault citando su famosa obra, Historia de la locura en la época clásica, dedicado al análisis de la relación entre sociedad, mecanismos de control y desviación. A continuación se describen algunas prácticas médicas muy difundidas en la época, como la masturbación terapéutica practicada para curar la histeria femenina, revelando sus profundas contradicciones e hipocresías.

En el siglo XX, la atención se centró en el cáncer: una enfermedad que Falk analizó a través del lenguaje de la guerra que impregna la terminología médica. Las metáforas del bombardeo de enfermedades en realidad evocan el trabajo de Susan Sontag en La enfermedad como metáforaensayo en el que se exploran las metáforas de la guerra y sus influencias en la percepción y el tratamiento de las enfermedades. Los hallazgos resaltan cómo la visión bélica del cáncer, además de alienar a los pacientes, también refleja una sociedad obsesionada con el control y la victoria.

En el tercer acto de la novela llegamos al siglo XXI: el momento en el que nos enfrentamos a la pandemia de Covid-19 -asociada al trastorno paranoide de la personalidad-. En una era de hiperconexión, el miedo al contagio ha llevado a un aislamiento paradójico, en el que las relaciones sociales se dan a través de pantallas y redes digitales. Este sombrío escenario recuerda las teorías de Zygmunt Bauman sobre la sociedad líquida, en la que las conexiones humanas son frágiles y transitorias. El autor explora cómo la paranoia y la ansiedad colectiva se han arraigado en el tejido social, dando lugar a un aislamiento que parece reflejar los ecos del mencionado trastorno mental.

El atlas de los venenos Por tanto, forma parte de una tradición literaria que encuentra sus pilares en obras como El hombre sin cualidades de Robert Musil, donde la reflexión y el análisis filosófico y psicológico se unen en un fresco de la condición humana. Heinrich Falk demuestra un dominio encomiable del tema, entrelazando referencias a psicólogos y psiquiatras expertos en psicología dinámica -como John Bowlby y Donald Winnicott- para dar vida a una obra que al mismo tiempo retoma una investigación histórica y una reflexión sobre las enfermedades. del alma.

Nicolò Locatelli

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Con amable autorización publicamos un fragmento de “El Atlas de los venenos” de Heinrich Falk.

Johannes Kremer estaba sentado ante el escritorio de su estudio; la luz de la lámpara de aceite proyectaba largas sombras en las paredes. Sus manos, cubiertas con guantes de cuero, recorrieron las páginas amarillentas de un informe médico del siglo XIX. Cada palabra parecía susurrar secretos olvidados, ecos de una época en la que la tisis y la tuberculosis eran demonios invisibles que devoraban cuerpos y almas.

Después de todo, la sociedad victoriana era un laberinto de normas rígidas y represión asfixiante. Kremer recordaba claramente, de su último viaje, los pasillos y las habitaciones de los hospitales, donde yacían diáfanas figuras exhaustas en sus camas.

Una figura en particular reaparecía a menudo en la mente de Kremer. Elisabeth, una joven paciente de largo cabello oscuro y ojos llenos de fiebre ardiente. Elisabeth, que en voz baja confesaba deseos prohibidos y sueños rotos, con su respiración entrecortada marcada por el avance de la enfermedad.

“Doctor”, susurró, “cada respiración es una lucha”.

Kremer sabía que no era sólo la bacteria la que la consumía, sino la propia sociedad que la rodeaba. Las terapias de la época, a menudo toscas e invasivas, reflejaban una comprensión limitada de la enfermedad.

Kremer había observado estas prácticas con una mezcla de horror y fascinación, consciente de las profundas contradicciones que las sustentaban.

“Elisabeth”, respondió, “la enfermedad es un reflejo del mundo en el que vives”.

Las palabras de Kremer estaban llenas de profunda tristeza. Sabía que Elisabeth no lo entendería. Sólo esperaba ofrecerle algún tipo de consuelo.

“Pero vuestro sufrimiento”, continuó, “no es en vano”.

Kremer cerró el libro y se dirigió hacia la ventana. Afuera, la niebla matutina que cubría las calles de Londres fue, como siempre, barrida por los SweepBoops del gobierno. Con un suspiro, regresó a su escritorio. Abrió un cuaderno nuevo.

“Nuestra tarea es iluminar. Comprender. Sanar”.

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