un compromiso para refinanciar el desarrollo

El gobierno italiano lidera la Cumbre del G7 en un año central para renovar las políticas de desarrollo global y fortalecer la colaboración entre las economías avanzadas y los países más frágiles. El nuevo enfoque que Italia ha decidido emprender con el Plan Mattei se inscribe plenamente en el marco de estas políticas renovadas para un cambio de dirección, también metodológico, en cooperación con los países africanos y más allá. Una dirección que reconoce el “desarrollo económico” como el punto de apoyo de una acción encaminada a crear empleo, innovación y prosperidad y, en consecuencia, garantizar la paz. En este contexto, sin embargo, corremos el riesgo de pasar por alto un elemento que socava el bienestar global: el preocupante crecimiento de la deuda en el Sur del mundo. Las agencias internacionales señalan que alrededor de 20 países en desarrollo pagan más en intereses de la deuda de lo que invierten en educación. Y 45 gastan más en intereses de la deuda que en atención sanitaria. La pandemia de Covid-19 ha tenido impactos económicos desiguales y ha afectado desproporcionadamente al mundo en desarrollo. De hecho, hoy en día, uno de cada tres países del Sur Global es más pobre que en la era anterior a la pandemia.

Más recientemente, las guerras en Ucrania y Oriente Medio han provocado un aumento de la inflación mundial, lo que ha provocado un endurecimiento de las condiciones financieras en todo el mundo. Hoy en día, refinanciar deudas se ha vuelto más caro y, en algunos casos, simplemente imposible. El Fondo Monetario Internacional estima que de 29 países de bajos ingresos, 9 se encuentran en una grave crisis de deuda y 51 tienen un riesgo alto o moderado de crisis.

El Papa Francisco ya había advertido en 2021 que “aliviar la carga de la deuda que hoy afecta a un gran número de países y comunidades es un gesto profundamente humano que puede ayudar a las personas a desarrollarse y a tener acceso a las vacunas, a la salud, a la educación y al trabajo”. Con estas palabras subrayó que la deuda no es sólo una cuestión política y económica, sino también una cuestión profundamente moral.

La forma en que abordemos esta creciente deuda en los países en desarrollo tendrá efectos significativos en las vidas y el bienestar de millones de personas. A medida que se acerca el próximo año jubilar, en 2025, será importante poner énfasis en los procesos de transformación destinados a reducir las desigualdades.

Un renovado desarrollo internacional requiere nuevos enfoques, que ofrezcan mayor flexibilidad a los programas de cooperación internacional, para adaptarlos a los cambios en curso, a partir de la participación de la sociedad civil local. Una necesidad expresada en numerosas cumbres y encuentros entre países emergentes y países más avanzados. En este sentido, los países africanos reunidos en Nairobi en abril lanzaron un fuerte llamamiento para una ambiciosa refinanciación de la Agencia de Desarrollo Internacional del Banco Mundial (AIF21), la fuente mundial más importante de financiación para el desarrollo, gracias a condiciones de préstamo en beneficio de la 75 países más pobres del mundo, en su mayoría africanos.

La pandemia y el aumento de las tasas de interés también han ejercido presión sobre los recursos de la AIF. El mes pasado, en la reunión de Finanzas del G7 en Stresa, se expresó apoyo a una refinanciación de la AIF21 a través de “un paquete de políticas y financiamiento que garantice resultados ambiciosos”, pero no hubo ninguna señal concreta sobre la superación del umbral crítico de 100 mil millones de dólares, como solicitó el Banco Mundial y los 120 mil millones de dólares que esperan los líderes africanos.

El gobierno italiano tiene la oportunidad de anunciar, en la Cumbre del G7 en Puglia, su intención de aumentar la contribución a la AIF21, invitando también a los demás países del G7 a unirse a este esfuerzo para fortalecer el desarrollo africano y global. Esto ayudaría a crear un efecto dominó y daría un fuerte impulso y credibilidad no sólo a la proyección multilateral de Italia, sino también a la bilateral a través del Plan Mattei.

Un gran resultado de esta Presidencia del G7, que podría lograrse destinando parte de la disponibilidad financiera a los fondos multilaterales del Ministerio de Hacienda ya prevista en el Plan Presupuestario para 2024. Abordar las cargas insostenibles de la deuda soberana es una condición necesaria para volver -establecer sólo crecimiento, pero también paz global. Como subrayó el Papa Francisco en la encíclica sobre la fraternidad y la amistad social, “la paz real y duradera sólo es posible a partir de una ética global de solidaridad y cooperación al servicio de un futuro configurado por la interdependencia y la corresponsabilidad de toda la familia humana”. .

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