cómo hacer tus compras evitando “roturas” — idealista/noticias

Comprar bienes y servicios se ha vuelto cada vez más desafiante desde el punto de vista económico, pero, para ser honesto, tal vez no todo sea culpa de la inflación. Para complicar aún más la tarea de llegar a fin de mes para las familias italianas, existen algunos fenómenos que tienen un nombre bastante “exótico” en comparación con el término más simple “estafa”: son contrainflación, escatimación y avaricia. No se trata de trabalenguas sino de auténticas estrategias de marketing que nos llevan a gastar más gracias a mecanismos menos evidentes que el aumento de los precios en las estanterías. Así es como funcionan y por qué aún no lo has notado.

Pagas más por menos

Algunas grandes marcas del sector alimentario, pero no sólo, hace tiempo que comenzaron a ocultar los aumentos de precios de sus productos modificando el embalaje de los productos: de hecho, desde hace un año se habla de “shrinkflation”.

Se trata de una práctica comercial desleal mediante la cual se reduce la cantidad o calidad de un producto sin cambiar el precio de venta. Los clientes generalmente no se dan cuenta porque el precio sigue siendo el mismo: por lo tanto, la “percepción” es que nada ha cambiado con respecto al pasado.

De hecho, para notarlo sería necesario no tanto usar gafas, sino comprobar los gramos de producto contenidos en el paquete y leer atentamente la etiqueta. Sin embargo, casi nunca es posible realizar la comparación “en tiempo real”, porque ese producto concreto, en su versión anterior, ya no se encuentra en los lineales de la gran distribución.

Las asociaciones de consumidores han recogido varios ejemplos de este tipo: en particular, la Unión Nacional de Consumidores (UNC) ha informado que entre los casos más llamativos está el de que aparecen paquetes de pasta de 400 gramos en lugar de los de 500 gramos. Literalmente, en este caso, ¡los fabricantes han eliminado un plato entero de pasta de tu despensa!

El mismo mecanismo se ha utilizado para diversos productos, desde alimentación hasta productos para el hogar: generalmente el “formato clásico”, es decir, el formato habitual en el que se vende un determinado producto, o el número de productos vendidos en un paquete, se reduce mientras que el precio sigue siendo el mismo. Basta pensar en los snacks envasados, en los helados, en el número de galletas por paquete, pero también en el formato de las pastillas de jabón y de los detergentes embotellados.

Skimpflation, producto idéntico pero de diferente calidad.

Para ser honesto, hubo varios productores que, en cambio, aumentaron los precios de manera transparente, informando públicamente del aumento del costo de la energía y de algunas materias primas como resultado de los conflictos en curso.

Sin embargo, algunos habrían aumentado los precios del producto final independientemente del aumento de los costes de producción: en este caso estamos hablando de reales “avaricia”. El nombre proviene de las palabras inglesas “inflación” y “codicia”..

La inflación por codicia se debería a una particular tendencia de algunas empresas, tanto del mundo de la producción como de la distribución minorista, a aprovechar la confusión provocada por una fase de inestabilidad del mercado para aumentar injustificadamente el precio de sus productos.

Sin embargo, hubo otras empresas que prefirieron reducir la calidad ofrecida al consumidor sin modificar el precio de venta.

Se trata de la llamada “skimpflation” (de “escatimar”: ahorrar). En la práctica, algunos fabricantes han decidido sustituir uno o más ingredientes por componentes de menor calidad. En el supermercado, la escatimación se esconde a menudo detrás de las palabras “nueva receta” u otras expresiones similares: lo que ocurre en la mayoría de los casos es que algunos ingredientes se sustituyen por otros de menor coste. Suele ser muy habitual sustituir la mantequilla por margarina, el aceite de semillas (colza o girasol) en lugar de aceite de oliva virgen extra, los huevos frescos con algunos derivados ya tratados industrialmente.

Asesorado al consumidor, ahorro garantizado.

Aunque es muy difícil notar estos “ajustes”, saber que existen puede ser de gran ayuda y puede empujarte a adoptar algunas formas de defensa.

La regla clave para “driblar” estos fenómenos es comparar siempre precios por kilo/por litro de los productos. La comparativa basada en el peso permite tener una idea clara y precisa de la conveniencia de un producto frente a otro similar y sobre todo permite ser más consciente de la cantidad y calidad de lo que se compra.

Por lo tanto, después de tomar nota del precio que aparece en la etiqueta del producto, siempre es necesario comprobar el precio por gramos o por kg o por litro.

La segunda regla que permite evitar “errores” es la de observar el costo de los productos colocados en los estantes inferiores: los productos más caros en los supermercados generalmente se colocan “en el medio”, a la altura de los ojos, mientras que los productos más baratos son los que se colocan más abajo (porque de esta forma tendrás que agacharte específicamente para ver el precio). Además, lamentablemente, las prisas con las que la gente suele ir a comprar (a menudo al final de la jornada laboral) hacen que algunas estanterías sean sistemáticamente ignoradas.

Lo ideal es tomarse el tiempo necesario para evaluar múltiples alternativas del mismo producto. Evidentemente, no te será posible hacer esto para todos los productos que coloques en tu carrito, pero sí mucho más razonablemente para algunos tipos: como, por ejemplo, tu forma de pasta favorita, mermeladas, productos para el desayuno, aceite y puré de tomate. .

Si tienes dudas sobre la calidad del producto. es recomendable revisar las etiquetas: en la lista de ingredientes se indican al principio los presentes en mayor cantidad. Es el caso, por ejemplo, del pesto industrial: la cantidad de albahaca y de aceite virgen extra utilizados o, en su defecto, de semillas de girasol, indicarán la calidad del producto final. La misma regla se aplica a muchas preparaciones: en las mermeladas, por ejemplo, el porcentaje de fruta utilizada sobre el total indicará el nivel de calidad del producto.

Además, como siempre, conviene hacer una lista de productos básicos para tener siempre en la despensa: con esta lista podrás pasar de un supermercado a otro en busca de mayor comodidad. Hojear folletos sin saber lo que realmente necesitas para preparar tus comidas sólo te confundirá aún más.

No compres siempre en el mismo lugar: los precios de los supermercados son diferentes entre sí y muchas veces el precio de un mismo producto puede variar mucho con o sin ofertas especiales.

Aprovecha las promociones con sentido común: comprar un producto sólo porque está en oferta no siempre es una buena idea. Calcula el número de comidas a preparar y trata de no excederse especialmente productos frescos. La única excepción a esta regla es si se puede congelar o no: si el producto, crudo o cocido, se puede congelar, abastecerse realmente permitirá ahorrar dinero.

Reducir el alcance de los fenómenos especulativos es siempre mejor comprar frutas y verduras de temporada Y comprar directamente, cuando sea posible, de los fabricantes capaz de mostrar siempre una lista de precios actualizada a su solicitud.

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