En la ciudad de Nápoles Libro Sandra Petrignani con historias de perros y otros posibles amores

En la ciudad de Nápoles Libro Sandra Petrignani con historias de perros y otros posibles amores
En la ciudad de Nápoles Libro Sandra Petrignani con historias de perros y otros posibles amores

Al principio estaba Argos, el perro de Ulises capaz de oler y reconocer a su amo que llevaba años ausente, escondido entre ropas andrajosas de mendigo. Pero muchos han transfigurado literariamente el vínculo único entre el hombre y el perro, desde Kafka hasta Thomas Mann, Jack London, Céline, Dickinson y Morante. Recientemente, han estado impulsando lo que casi parece un género en sí mismo. Fabrizio Coscia con Nella notte il cane, (en la serie S-Confini de ES) a medio camino entre el diario y el ensayo personal, luego Mauricio Braucci con Algo parecido a los sonidos del bosque, (ed. E/O) una colección de cuentos construidos tomando como punto de vista la mirada del perro. Ahora, en su último libro, Autobiografía de mis perros, (Gramma-Feltrinelli, 206 páginas, 18 euros) Sandra Petrignani lleva a cabo una operación mucho más compleja que el relato de una relación capaz de conectar al hombre con la parte salvaje de sí mismo. Sí, sigue las huellas de los innumerables perros que la han acompañado a lo largo del tiempo -Rocky, Ruggero, Guapa, Querida, Soledad, Mago, Lenin, Martino, Pedro el Grande, Céleste-, pero con ese pretexto emprende un refinado tejido literario. tejiendo hilos autobiográficos, reconstrucciones de época, narrativas familiares, reflexiones sobre la escritura y la vida misma.

La presentación del libro es uno de los actos clave (a las 14 horas en la sala Urania) de «libro de la ciudad de napoles», la feria del libro y la edición programada de hoy al domingo en la Estación Marítima: Maurizio Braucci, Lorenzo Marone y Amleto De Silva los demás invitados destacados del primer día.

Ya la advertencia inicial – “en este libro todo es verdad y todo es falso” – es la declaración de independencia para una operación literaria que quiere liberarse de cánones y clasificaciones de género. Incluida esa definición tan inflada de “híbrido” para textos construidos con un registro narrativo-ensayístico. En definitiva, aquí es como si Petrignani, después de haberse dedicado en muchos de sus libros a los caminos existenciales y artísticos de otros -de Natalia Ginzburg en El corsario, de muchas damas de la pluma en Aquí vive el escritor- hubiera decidido permitir tiene dos libertades: la de decir finalmente sobre sí misma y la de hacerlo jugando con la invención, casi al escondite, con los lectores arrastrados a una narración que oscila deliciosamente entre la realidad y la ficción. Elegir un nombre ficticio. Electra.

Por tanto, aquí hablamos de la pequeña Elettra que pasó la primera parte de su infancia en Pertite en Piacenza, de largos días de verano jugando con Wendy, exactamente la pequeña amiga que todos teníamos, envidiada por la “superioridad incomparable” de su mundo. incluido el perro Billy. Se recuerda Carosello, los pasadizos secretos entre jardines, los besos con mucha saliva, los insultos infantiles. Porque la partida hacia la escritura es, debe ser siempre para Elettra-Sandra, una emoción, como le confesó a su primer marido escritor. Y nuevamente se habla de Elettra que se mudó a una villa en Città Giardino en Nomentana a principios de los años sesenta, por lo tanto siempre de perros en casas y barrios de Roma en sus distintas épocas: Trastevere en la época del movimiento estudiantil que entusiasmó a Elettra, el Barrio Africano en la época de uniformes feministas con zuecos de madera y faldas de flores, luego el Monti de su madurez con cuatro perros paseados enredados en correas.

Se dedica mucho espacio al amor, sobre todo porque “tener un perro significa estar en un estado constante de amor”. Así, los distintos animales que acompañan a Elettra encarnan cada uno una posibilidad diferente, aunque todos adopten un apellido común como si fueran una sola familia: es Bigliardino, el nombre del perro de la mítica Wendy que, conocida de adulta, resulta ser una decepción. Alguien tiene un destino cruel, como los dos olvidados en el coche bajo el sol y muertos de calor y asfixia. Alguien más tiene suerte porque, como Roger, tiene una larga vida. Pero el dolor de la pérdida es siempre insoportable.

En términos de amor, se dedica mucho espacio a los hombres, a los tres maridos de Elettra, a las relaciones vividas como mujer joven, luego como adulta y finalmente como mujer madura. Y estas páginas de puro donjuanismo femenino, que recuerdan pasiones vividas en libertad y con el corazón ligero, se encuentran entre las más bellas también porque son inusuales en los escritos de mujeres. Los hombres de Elettra, sin embargo, a diferencia de sus perros, casi nunca tienen nombre, salvo el último, Claudio, y Carl, con quien tiene la relación más larga porque se compone de encuentros esporádicos intercalados con décadas de rupturas donde cada uno vive su propia vida. Hasta que él, enfermo terminal, aparece pidiéndole a Electricidad lo imposible, es decir, pasar sus últimos días a su lado en alguna isla remota. Un “crack”, Carl, como habría dicho Grazia Deledda y como todos los que le pasaron a Elettra. Entonces, ve y comprueba, siempre son los mejores.

© TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

Lea el artículo completo en
La mañana

PREV el libro en los quioscos con Quotidiano de mañana
NEXT Nota de prensa: El libro “Inculpable por haber cometido el crimen” fue presentado en la sede del Consejo del Véneto