“Mi hermano Shiva y yo vinimos al mundo a última hora de la tarde del 20 de septiembre del año de gracia de 1954. Tomamos nuestro primer aliento a una altitud de dos mil cuatrocientos metros, en el aire enrarecido de Addis Abeba, la capital de Etiopía”.
lLa historia de Marion y Shiva. comienza con los tonos de un leyenda: gemelos monocigóticos, siamesesunidos por la cabeza, nacido de una monja carmelita de Madrásque murió al darlos a luz, y de padre desconocido, que quizás era un médico inglés, pero nadie lo sabe.
En el hospital desaparecido el nacimiento de gemelos lo cambia todoPor qué Alabanza a la hermana María José era uno belleza celestialy de una bondad que irradiaba luz, mientras difundía su máxima “transforma tu vida en algo bello”: un gran vacío queda en todos aquellos que la conocieron y admiraron por su gracia y devoción, tantos recuerdos y demasiadas preguntas sin respuesta.
Marion y Shiva se separansobreviven milagrosamente a la cirugía y son acogidos y criados por dos médicos indios, Hema y Ghosh, en una serenidad familiar que llena los huecos del corazón de los adultos y forja la personalidad de los niños. La suya es una existencia marcada por la duplicidad y la unión: nacen idénticos, crecen con carácter diferente, pero con una pasión común por la medicina.
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ShivaMarion soy un solo ser marcado por una fractura necesaria pero dolorosa (“Lo único que recuerdo es la separación de Shiva.”), por episodios que determinan alejamientos y acercamientos, por traiciones y generosidades, por enfermedades y secretos: La puerta de las lágrimas De Abraham Verghese (Neri Pozza, traducida por Silvia Pareschi) cuenta sus vidas a través de las palabras de Marion, portavoz de ShivaMarion en virtud de una cesárea que revirtió su nacimiento, y lo convirtió en el primogénito.
Están todos los elementos de una saga, que abarca años, entrelazados con la agitación política de Etiopía., pasa de la India a África y luego cruza el océano y llega al corazón del Bronx. Abraham Verghese, famoso autor de El Pacto del Aguaencaja en la tradición de gran novela épicacon sabor a melodrama: hay vidas diferentes y historias diferentes, hay pasiones y duelos imposibles, supersticiones y bailes, golpes de Estado y presos políticos, hay muchachas emancipadas y tradiciones que respetar, existe el sueño de una Un amor para siempre que se rompe por capricho por una noche y parece romper un vínculo tan fuerte como su leyenda. Hay Addis Abebacon su cielo veteado de ocre, carmesí y negro, el hospital de la misión con rosas y olor a eucalipto, el repiqueteo de la lluvia sobre los tejados de chapa ondulada: la escritura de Verghese es vívida, precisa en los detalles, fuerte en un vínculo sincero, llena de sabores y olores, viscerales porque la geografía es destino (“donde vives te cambia”), y esa tierra es parte del autor, como lo es de sus personajes.
Todos estos elementos están hechos para encontrar su lugar, que sólo se puede captar mirando hacia atrás, porque así es la vida: estamos hechos para arreglar lo que está roto, sanar las fracturas, reunir los pedazos, reparar las lágrimas de nuestros errores y vivir con nuestra incompletitud.
“A medida que crecí, descubrí que mi objetivo era convertirme en médico, no tanto para salvar al mundo sino para curarme a mí mismo”.
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Narración, Marion intenta cerrar la brecha que lo separaba de su hermano por culpa de una niña, para redescubrir su totalidad que no puede existir sin Shiva. Y es con el espíritu de observación que proviene de su profesión médica que Abraham Verghese acompaña los pequeños e inmensos sufrimientos del corazón de Marion a lo largo de los años: la suya es una inquietud que sólo se calma en dos momentos, cuando vuelve a colocar su cabeza en la de su hermano, reencontrarse con la mitad de sí mismo, y cuando practica la medicina.
Este es el otro gran protagonista de La puerta de las lágrimas: el arte médico que abraza la racionalidad y la compasión, que repara escuchando, consciente de las múltiples fragilidades del cuerpo y del alma. Marion y Shiva siguen el camino marcado por Hema y Ghosh, cada uno a su manera. Shiva independiente y excéntrica, Marion inquieta y llena de preguntas, indisolublemente unidas entre sí como una sola.
“Incluso cuando estábamos separados por un océano, incluso cuando creíamos que éramos dos criaturas distintas, éramos ShivaMarion.
Él era el libertino y yo la ex virgen., él era el genio que aprendía todo sin esfuerzo y yo era quien tenía que trabajar hasta altas horas de la noche; él es el famoso cirujano de fístula y yo soy un simple cirujano de trauma. Si hubiéramos cambiado de roles, no habría importado en lo más mínimo”.
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Hay un significado de mundo noble, puro e incorrupto en Verghese., que al describir la salud y la enfermedad, al describir diagnósticos y procedimientos quirúrgicos, al hablar con respeto de los vivos y los muertos, parece hechizarnos invitándonos a un mundo oculto, donde los problemas cotidianos permanecen en el umbral, insignificantes. Las respuestas, la explicación del bien y del mal, se encuentran, por tanto, en la medicina: donde prevalece el bienestar de la humanidad, y donde las partes se recomponen, allí, en un espacio también espiritual, se restablece el derecho.
La puerta de las lágrimas logra un equilibrio inusual, insertando los códigos de la saga en un contexto médico contado por un experto: hace encajar las piezas, acerca los bordes del corazón, donde el tema de la pertenencia a la familia se refleja al máximo en la capacidad de confiarse, ciegamente, incluso a aquellos que han traicionado, encontrando la salvación en ese abandono, la brecha entre el amor y el orgullo, y la plenitud definitiva de uno. Es Ghosh quien encarna el equilibrio del hombre realizado, que vivió con la pasión de su profesión y murió sin males que reparar, con la serenidad de quien supo captar las señales de la vida, viviendo plenamente, logrando sobresalir en tres cosas que dieron sentido a su existencia: amar, aprender y dejar un recuerdo de sí mismo. Ésta es la receta apasionada del doctor Verghese, el sensación de paz contenido ne La puerta de las lágrimas.
“Todo depende de cada acción y omisión nuestra, lo sepamos o no”.
