La disuasión no evita las guerras, los números lo dicen.

La disuasión no evita las guerras, los números lo dicen.
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Foto de archivo

Pero, ¿realmente “la paz es ante todo disuasión”, como afirma la Primera Ministra durante su visita al Líbano? ¿Es realmente esencial impulsar inversiones militares quitando recursos a la atención sanitaria, las escuelas y el medio ambiente? Antes de opinar conviene echar un vistazo a los números. Los últimos datos disponibles del Sipri nos dicen que en 2022 el gasto militar mundial fue de 2.200 millones de dólares. La OTAN gastó el 55%, es decir 1.230 millones, de los cuales 877 fueron gastados por Estados Unidos (71%) y 355 por los demás países de la OTAN. ¿Y Rusia? 86,4 mil millones. En definitiva, la Alianza Atlántica invierte en armamento casi 15 veces más que el Oso Ruso. Un potencial bélico abrumador que, sin embargo, no parece haber intimidado en lo más mínimo a Putin. Y así ha sido durante años.

Un reciente informe de Greenpeace explica que los países de la OTAN de la UE han aumentado el gasto militar casi un 50% en los últimos diez años: de 145 mil millones de euros en 2014 a 215 en 2023. En una década el gasto público de los mismos países ha aumentado un 35%, la compra de armas en 168%. “La paz no se construye con los buenos sentimientos – advierte Giorgia Meloni – de quien se sienta cómodamente en el sofá”. El primer ministro ciertamente no pensaba en las caravanas pacifistas de la red #StopTheWarNow que en dos años llevaron alimentos, medicinas y generadores a los ucranianos. Al Papa Juan XXIII voluntarios en los campos de refugiados sirios o en Colombia. Un “Un puente para…” comprometido en Irak. A los médicos de urgencias que atienden a las víctimas de la guerra en Sudán.

Sin duda, la “paz de la disuasión” es útil para la renovación del sector bélico. Y recuerda mucho a aquella “pax romana” que bien había explicado Tácito: «Ubi solitudem faciunt, pacem apelante», donde hacen el desierto, lo llaman paz. Aquí, a la paz negativa del terror, que tiene su máxima expresión en el chantaje mutuo del apocalipsis nuclear, es más que legítimo preferir la paz positiva construida activamente por la política, la diplomacia, los pueblos, las sociedades civiles y las comunidades de creyentes.

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