La OTAN se fortalece en el este para evitar una guerra mundial

La OTAN se fortalece en el este para evitar una guerra mundial
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El fortalecimiento de la alianza atlántica en los países fronterizos con Rusia no puede considerarse una provocación, sino que sirve para prevenir los peores escenarios hipotetizados por las agencias de inteligencia europeas. Protegerse, sin atacar, aleja el conflicto

La OTAN está reforzando su flanco oriental, es decir, está aumentando los soldados desplegados para proteger a los países más vulnerables: los que tienen frontera con Rusia como Estonia o Finlandia y los que tienen frontera con Ucrania como Polonia. El movimiento de decenas de miles de soldados es consecuencia de los informes elaborados por las agencias de inteligencia europeas que preparan la posibilidad de un ataque ruso contra un país de la OTAN en los próximos años. Se preparan no necesariamente porque crean que es el escenario probable, sino porque su trabajo es estar preparados para todos los peores escenarios que no se pueden descartar. Los países de la Alianza saben que, en caso de choque entre Rusia y la OTAN, no se produciría una invasión a gran escala como la que comenzó en Ucrania en febrero de 2022, sino un conflicto no lineal y diferente. (La propia doctrina militar de Moscú lo dice). Anders Puck Nielsen, analista del Real Colegio de Defensa de Dinamarca y experto en doctrina militar rusa, puso un claro ejemplo: Rusia podría lanzar una pequeña “operación militar” para conquistar un pueblo o ciudad estonio o finlandés cerca de la frontera, la magnitud del ataque debería ser suficiente para activar el Artículo 5 de la Alianza (según el cual, si un país es atacado, todos los demás lo defenderán unidos), pero no lo suficientemente grande como para que una respuesta común sea realmente obvia.

La OTAN está reforzando su flanco oriental, es decir, está aumentando los soldados desplegados para proteger a los países más vulnerables: los que tienen frontera con Rusia como Estonia o Finlandia y los que tienen frontera con Ucrania como Polonia. El movimiento de decenas de miles de soldados es consecuencia de los informes elaborados por las agencias de inteligencia europeas que preparan la posibilidad de un ataque ruso contra un país de la OTAN en los próximos años. Se preparan no necesariamente porque crean que es el escenario probable, sino porque su trabajo es estar preparados para todos los peores escenarios que no se pueden descartar. Los países de la Alianza saben que, en caso de choque entre Rusia y la OTAN, no se produciría una invasión a gran escala como la que comenzó en Ucrania en febrero de 2022, sino un conflicto no lineal y diferente. (La propia doctrina militar de Moscú lo dice). Anders Puck Nielsen, analista del Real Colegio de Defensa de Dinamarca y experto en doctrina militar rusa, puso un claro ejemplo: Rusia podría lanzar una pequeña “operación militar” para conquistar un pueblo o ciudad estonio o finlandés cerca de la frontera, la magnitud del ataque debería ser suficiente para activar el Artículo 5 de la Alianza (según el cual, si un país es atacado, todos los demás lo defenderán unidos), pero no lo suficientemente grande como para que una respuesta común sea realmente obvia.

Una vez producida la conquista y anexión de la ciudad, Putin diría a la opinión pública de la OTAN, que en su mayoría ni siquiera conoce el nombre de esa ciudad finlandesa o estonia ocupada ni sabe indicarla en el mapa: ¿Seguro que quieres recuperarlo? Porque si no me lo dejáis a mí, lanzaré misiles contra vuestras ciudades y hasta podría usar la bomba atómica contra vosotros. El presidente ruso es un maestro en poner al resto de la comunidad internacional frente a un hecho consumado, contando con el hecho de que reaccionar ante su desafío se considerará demasiado arriesgado. De la amenaza en adelante sería una guerra de nervios y resistencia psicológica, en la que se entrena Putin y la opinión pública occidental, que con razón huye de la posibilidad de una nueva gran guerra, y mucho menos. Siguiendo el ejemplo de Anders Puck Nielsen, Putin buscaría una división en la Alianza: algunos dirían: vayamos a liberar la ciudad y otros digan, por el amor de Dios, dejémoslo en manos de los rusos. El riesgo de una guerra mayor se volvería muy real y, si prevaleciera el segundo bando, la OTAN estaría acabada. Y con la OTAN también la actual arquitectura occidental de seguridad europea. Para Moscú, que todavía se considera una superpotencia y se queja de que los estadounidenses, que están a un océano de distancia, ejercen en Europa mayor influencia y poder que el suyo propio, sería una verdadera victoria estratégica.

En resumen, Rusia no es capaz, después de dos años, de conquistar completamente el Donbás y no sería capaz de lanzar una invasión a gran escala contra los países de la Alianza, “pero Moscú es capaz de tomar una parte de uno de estos países con la objetivo final de desintegrar la OTAN. Porque a Moscú le interesa una nueva realidad geopolítica en la que la OTAN deje de existir y Rusia pueda tener relaciones bilaterales con cada país por separado”, afirma Puck Nielsen. El analista danés se refiere a unas relaciones bilaterales en las que el nuevo equilibrio de poder favorece totalmente a Moscú y el país de la ahora ex Alianza Atlántica es mucho más débil porque está asustado por la amenaza militar. Una relación muy diferente a la que el Kremlin puede permitirse cuando trata con los europeos unidos o con la OTAN. La decisión de proteger mejor el flanco oriental de la Unión no puede considerarse una provocación y mucho menos una acción de guerra. La estrategia pública y explícita detrás de esto es: hacer improbable la posible ocupación rusa de una ciudad estonia en uno o cinco años, lo que sería decisivo para cambiar la faz política de todo el continente. Y para evitar que los ciudadanos de la Unión Europea, dentro de un año o cinco, se sientan -en ese momento realmente- al borde de una guerra mundial.

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