“La temporada finalmente comienza”. Pero el personal no se encuentra por ningún lado.

“La temporada finalmente comienza”. Pero el personal no se encuentra por ningún lado.
“La temporada finalmente comienza”. Pero el personal no se encuentra por ningún lado.

El entusiasmo ya se puede sentir en las palabras de los operadores de playas que, especialmente en estas horas, acogen en las playas a familias y jóvenes. Es el gran éxodo, el silbido del inicio del verano en ciudades que de pronto se encuentran desiertas; En las autopistas, los coches repletos de equipaje se agolpan en los peajes. A lo largo de Ferrara Mare, que aún hoy – barreras y cuatro cuellos de botella debido a las obras en curso – representa el embudo donde se estanca el desarrollo de una provincia.

“Hay mucha gente”, afirma Nicola Ghedini, director del Bagno Kursaal de Spina, presidente de Cna Balneari. Una vida en la playa, un emprendedor del mar. “Por último, agrego. Después de un largo período de tiempo desfavorable, estamos en lo que podemos definir como el verdadero comienzo de la temporada”, comenta. Paraguas abiertos, sonrisas en las mesas, unas copas alzadas para brindar tras un viaje que quizá no sea precisamente corto, horas en el coche antes de poner un pie, desnudo, en la playa. Una liberación de calcetines, mocasines y botas ajustados. “Nuestras playas, una fórmula ganadora – precisa –. Y esto es gracias a los establecimientos que hoy responden a todas las solicitudes. Hay eventos, mucho deporte, ganas garantizadas de estar juntos por la noche y, por supuesto, mucho mar”. . El coste de lo que para muchos residentes de Ferrara es una “imprescindible” a la vuelta de la esquina: la casa de playa heredada de generaciones, no es alto. Especialmente si nos fijamos en los ‘primos’ de Romaña. Alquilar una sombrilla y dos tumbonas por un día cuesta entre 20 y 25 euros. Al mes entre 200 y 250 euros. Con ‘saltos’ según la fila, cerca o lejos de las olas. Una buena parte de los clientes de los establecimientos, todavía en los bajíos de un Bolkestein muy espinoso, está garantizado por los propietarios de segundas residencias. Muy fieles en verano, habituales cuando la temporada parece muerta. Lástima por esa tira de hormigón y chapa. Nicola Bocchimpani (presidente de AsBalneari), propietario de Bagno Pomposa, no se lo toma a la ligera. “Gracias a esta hermosa carretera – interviene irónicamente – para llegar a las playas desde Bolonia se necesitan más de dos horas y media, lo que ciertamente nos penaliza”. Luego entra en los detalles de esa gran serpiente de asfalto que desde Comacchio –tocando Ostellato, Masi, Voghiera– llega a Ferrara. “Cuatro, repito, cuatro. Estos son los cuellos de botella de trabajo que todavía existen en este período, estamos hablando de julio, el corazón de la temporada costera – espeta –. Es absurdo”. Una pausa, luego la mirada se dirige a la estación. “Por fin ha despegado – subraya –. Es una pena que con este tiempo tan loco que nos acosaba hasta el otro día sea una temporada corta, estamos hablando de dos meses”. De la carretera al personal, otro nodo. “Me cansé – cuenta – de buscar jóvenes que quisieran trabajar. Al final no hubo manera de encontrar a nadie que quisiera trabajar por las tardes, para mantener abierto el restaurante. Así que dije basta, ‘ Cerraremos por las tardes”. “¡Primeros signos del verano! Después del mal tiempo, el tan esperado evento del fin de semana con entradas agotadas. Mucha gente, en su mayoría viajeros, pero también muchos de nuestros clientes que han vuelto a ser los protagonistas en nuestras playas”, interviene Gianni Nonnato, presidente del consorcio Lido Nazioni, propietario del Chalet del Mare. No sólo las playas, los fines de semana también son buenos destinos alternativos. Como el faro de Goro, gestionado por Erik Scabbia y Giampiero Rubbi. El estribillo también aquí. “No había manera de encontrar un chef, ahora voy a cocinar”, dice Erik, con gorro de chef.

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