Casi 300 kilómetros diarios y cuatro horas de viaje, netos de imprevistos, entre ida y vuelta, para poder dar clase. Es la historia, contada por Ansa, del profesor de Caserta Ivano Apisa, de 49 años, que deja a Macron (en la provincia de Venecia) todas las mañanas desde noviembre y llega a Cortina (Belluno).
Una odisea que tiene una explicación económica: el profesor no podía afrontar los prohibitivos alquileres de la zona de Ampezzo, lo que reducía todo su salario. Así que buscó en los pueblos vecinos pero sólo en Calalzo, a 45 minutos de distancia, en diciembre encontró un pequeño cuarto al alcance de su billetera. “En Cortina no podía permitirme gastar entre 1.200 y 1.500 euros al mes – dice – con un sueldo de alrededor de 1.650”.
Un mes después, por tanto, el traslado a Calalzo y los desplazamientos sólo en la provincia de Belluno. “Por supuesto, ahora cierro el mes a cero – continúa – pero en noviembre perdí dinero, entre gasolina y peajes”. El problema es que el 15 de junio también tendrá que dejar esta casa que alquilará a turistas: “Sin solución tendré que pedir volver a Marcon, otra vez como profesor suplente. Y me entristecería mucho dejar a mis hijos”.