amor y muerte – Noticias del Circo

Valencia, sábado por la tarde. El cielo sobre la ciudad está lívido y quieto; arroja una luz plúmbea sobre la ciudad costera, se filtra en las profundas aguas de su Oceanográfico hasta la mirada psicópata de los tiburones, perfila con una pálida hoja las afiladas agujas de la capilla del Circo de Los Horrores.

En el interior, una luz roja, como llena de sangre, anuncia el inminente inicio de “Réquiem, Sinfonía Final”, el espectáculo que marca el fin de una era y el amanecer de un nuevo día.

Suso Silva ha anunciado su suicidio escénico, su retirada de los escenarios. Él mismo, Suso Silva, tejedor de una brillante red emocional que ha atrapado a una nueva generación de espectadores; Suso Silva, que acompañó al circo español hasta profundidades vertiginosas, hacia abismos emocionales de eros y thanatos, donde nadie se había atrevido antes. Suso Silva, con sus terribles máscaras inmortales y profanadoras: el payaso loco, Nosferatu y, finalmente, el cornudo Lucifer. Suso Silva, un nombre que quedará impreso como una marca en la historia del entretenimiento viajero. Este artículo también pretende ser un homenaje a un gran artista.

La escena está llena de viento pero suspendida en el tiempo. El enorme reloj, como el de un campanario hundido en el suelo, marca las cinco y cinco, a la derecha un enorme metrónomo, a los lados dos edificios austeros con hélices giratorias en la parte superior de las que se filtran rayos de luz espectral.

El espectáculo comienza gradualmente, como un lento crescendo, a medida que los espectadores toman asiento. Aparece la muñeca asesina, que parece moverse por engranajes y se detiene ante cada obstáculo, la viuda que grita, la monja que blande el crucifijo, un ser extraño que parece una enorme e intrusiva rata… feroces golpes de pala contra el suelo, gritos, sobresaltos.

Entonces aparece en escena Suso Silva, con una maleta de veinticuatro horas, un viajero al final de la noche, que atrae la mirada del público como un poderoso imán atrae motas de hierro.

Se recorren veinte años de su carrera: las imágenes del pasado, descoloridas por el tiempo, parecen resucitar. Vemos las múltiples metamorfosis, el nacimiento de Nosferatu, que vuelve a escena desde las profundidades oscuras de su ataúd, el fluir de un arte iridiscente que desde la antigüedad llega hasta el presente, aquí y ahora.

Las partes de clown y cabaret se alternan con números de alto perfil técnico. Aterrador, apto para el manicomio, la doble rueda de la muerte. Extranjero, onírico, el sonámbulo camina boca abajo sobre el techo que se refleja en la luna, y literalmente hace malabarismos boca abajo. Luego la suspensión capilar, con los inquietantes muñecos vivientes en escena; los juegos de fuerza tribales y vudú, acompañados de la temible magia del fuego que todo lo consume; el polo chino y el cuerpo a cuerpo, donde las mujeres siempre parecen más fuertes que sus compañeros masculinos en una inversión de roles continua e impredecible.

Cada escena es como si fuera independiente, pero compone una imagen final. Suso Silva resume su dilatada actividad artística y yo intentaré aportar también algunas conclusiones.

El Circo de Los Horrores ha representado y seguirá representando en el futuro una de las variantes más interesantes del circo europeo.

Sublima aspectos innegables del ser humano que normalmente permanecen ocultos bajo el desgastado barniz de la buena sociedad. Cava con una cuchara oxidada y terrible en el alma humana, donde los impulsos salvajes deberían ser más a menudo desenterrados como sangre podrida en la escena, antes de que exploten en las coyunturas terribles y reales de la Historia. Y así como se resaltan las pulsiones de muerte ocultas, también se exaltan las pulsiones de vida, el eros en todas sus formas, que el fanatismo quisiera ser homologado, estandarizado, dosificado con cuentagotas y con una formulación conocida.

En la última escena, después de que Suso haya saludado a su público, con el alma desnuda, en un trono inolvidable, encontramos su sombrero en el escenario, sobre una percha. En ese momento entra su hija Sara, hermosa, y tras una breve vacilación, toma el sombrero de su padre y se lo pone. Ella será la próxima maestra de ceremonias del Circo de Los Horrores.

Le deseo una carrera descarada, libre y escandalosa, porque, me gusta repetirlo a menudo, en esta época marcada por formas de moralismo sin precedentes, escandalizarse es un derecho, escandalizarse es un placer.

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