>>>ANSA/ Ángel de Fuego en Petruzzelli, la otra cara del mal – Música

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Libre sólo cuando se traspasa a sí misma y a su deseo, matando el amor, espiritual y carnal, que siempre la ha obsesionado. Y así, entre monjas poseídas por el diablo en un monasterio donde un inquisidor intenta exorcizarlas, Renata tomará la forma de una Virgen mientras el ángel Madiel caerá a sus pies. Ambos son víctimas de los prejuicios de una sociedad que ve el mal donde sólo existe el deseo de amar de una mujer libre y por tanto condenada a la hoguera como si fuera una bruja. Dirigida por Emma Dante, anoche se estrenó en el teatro Petruzzelli de Bari El anillo de fuego, de Sergei Prokofiev.

En el escenario del Politeama Bari, en cinco actos, la majestuosidad y la poderosa elegancia de las notas del compositor ruso interpretadas por la orquesta de Petruzzelli. Al frente durante dos horas y media estuvo el maestro Jordi Bernàcer, que también dirigió el coro del teatro, siempre a la altura de las pruebas más difíciles.

Fascinantes son los trajes macabros, grisáceos y desgastados por el tiempo, diseñados por Vanessa Sannino. Los decorados de Carmine Maringola, el diseño de iluminación de Christian Zucaro y la coreografía de Manuela Lo Sicco hacen que sea difícil apartar la mirada para leer la traducción italiana en los sobretítulos.

La más aplaudida entre el elenco es Renata, interpretada por Ángeles Blanca Gulín. El protagonista del viaje que confunde el bien con el mal a lo largo de la obra es el ángel Madiel interpretado por una bailarina de breakdance que, explica Emma Dante, “vuela utilizando sus miembros inferiores: sus piernas se convierten en alas” para “flotar desde el suelo en un dinamismo inverso”. en el que la tierra se convertirá en su cielo”.

Históricamente estamos en la Alemania del siglo XVI, entre catacumbas, esqueletos y figuras ancestrales. Pero en El ángel de fuego, destaca el director, “estamos en un estado mental, en un lugar a veces espiritual, sin lugar ni tiempo”. Un tiempo que Renata pasa luchando con sus sentimientos, víctima del deseo de amar que la lleva a elegir siempre al hombre equivocado en el que espera encontrar a su amado Madiel: primero con el Conde Heinrich y luego con Ruprecht. Un tormento que encuentra su culminación cuando ella misma le pide perdón al ángel por haberlo buscado a él, a lo divino, en alguien que es sólo un hombre.

“Renata está destinada a un martirio místico. Como en un exorcismo – dice Dante – se libera del ángel-diablo y se sacrifica, convirtiéndose en icono, delante de un Cristo esquelético, de cuerpo huesudo y rostro de mujer”.

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