“En la viña al 86. Así pago la luz y el gas”

“En la viña al 86. Así pago la luz y el gas”
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Carlo Geminiani, de 86 años, con un sombrero de ala en la cabeza, se levanta por la mañana, se calza las botas y se dirige a su viñedo. Esas plantas, como los niños. “Siempre he sido enólogo, es toda mi vida. Mi padre empezó con poca tierra, poco más que un pañuelo. Yo hice crecer la empresa, tenemos unas diez hectáreas, damos la uva a las bodegas Le Romagnole de Alfonsine, hacen vino Trebbiano. Con estos racimos sale un vino bonito, fresco y bueno”.

Carlo sigue trabajando a pesar de que se jubiló hace años. “Y cómo no trabajar, no se puede hacer otra cosa. Yo recibo una pensión de unos 700 euros, mi mujer 550 euros. Tienes que pagar los gastos, luz, gas, calefacción. Tienes que ir a comprar a la tienda”. . No puedes hacerlo y por eso todavía tengo las riendas de la empresa, es un poco como la historia de mi familia”. Carlo Geminiani (la empresa agrícola está registrada en la asociación comercial CIA) hace todo con un poco de calma, se le podría definir como el agricultor lento. Ya basta de madrugar a los que antes se veía obligado a hacerlo, cuando le apetece -al menos no tarde, no se cambia toda una vida viendo el amanecer a los 80 años-, se levanta de la cama, desayuna con su esposa, charla, se pone una chaqueta, tal vez un sombrero como los que se usaban antiguamente en el campo y se va por las hileras. “Afortunadamente no necesitamos mano de obra, afortunadamente digo. Porque en estos tiempos no se encuentra a nadie, no hay personal ni siquiera en el campo. Yo me encargo de la poda, me encargo de las hileras. Cuando es el momento más intenso de la temporada, durante la cosecha, entonces llamamos a alguien”, afirma. Pero ciertamente no está solo. Tiene dos hijos, nietos. “Uno trabaja en la cooperativa, el otro en la fábrica. Vienen a visitarme los fines de semana. Tal vez el sábado y el domingo, antes de almorzar juntos, me echan una mano en el viñedo. También es agradable para los niños, para mi sobrino.” Su nombre es Gabriele, tiene 11 años, es hijo de Alves Geminiani.

“Desde hace años también llegan máquinas al viñedo, que también han ayudado mucho en la fase de recolección. Érase una vez no era así, todo brazos y esfuerzo, ganas de sacrificio y fuerza de voluntad. Así es como Crecí, así es como sigo viviendo. Aunque las máquinas son un bonito espectáculo, son de gran ayuda. Ahora, cuando te levantas por la mañana, miras al cielo y esperas que no llegue el granizo. no dejemos que la guerra haga que el precio del diesel se dispare. Las guerras parecían haber terminado, que la humanidad había entendido algo y en cambio, ahora tenemos dos, una a la vuelta de la esquina, la otra ni tan lejos. a la viña, estoy en paz con mis pensamientos, acunando en mi corazón el cariño por mis nietos, es mejor para mi campo, pero me gusta poco la tierra, aunque administrar una viña ahora cueste la ira de Dios”.

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