Salvemos la asistencia sanitaria. ¿Donde empezar?

por Bruno Agnetti

01 terminalQuerido director,
Como Organización de Voluntariado (Runts) formada por ciudadanos/pacientes asistidos/pacientes estrechamente vinculados, desde hace más de 10 años, a las necesidades relacionales y sociales del funcionamiento diario de la Medicina Básica de nuestro barrio, recibimos con gran agrado la noticia. de la publicación del último esfuerzo del Prof. Ivan Cavicchi definido, por el propio autor, como una propuesta temeraria (“Salvemos la asistencia sanitaria. Una reforma necesaria para garantizar los derechos de todos”. Castelvecchi editore 2024).

Los análisis y consideraciones razonadas (que recuerdan también muchas otras publicaciones, artículos, discursos, conferencias del propio Prof. Cavicchi) son más que exhaustivos y no requieren más comentarios. Hay un llamado a la razón pero también un llamado extremo y sincero.

Algunos temas clave incluidos en el artículo de QS han despertado interés y debate dentro de las asociaciones voluntarias de “salud”. Las ODV están directamente involucradas en esta carambola global precisamente porque viven de primera mano las aporías relativas a la asistencia sanitaria, la salud y el cuidado. Sin embargo, ni siquiera el tercer sector está libre de la contaminación neoliberal que tiende a erosionar muchas virtudes prácticas que se basan en la historia y las tradiciones de las propias asociaciones. El riesgo es que el voluntariado descarrile hacia el abismo de una subcultura consumista y desidentificadora.

La cancelación de culturas identitarias originales e innovadoras empobrece el razonamiento libre (y verdadero). Las peticiones argumentadas por el Prof. Cavicchi son numerosas (…los procesos de contrarreforma han ido demasiado lejos como para esperar revertirlos; …si seguimos confundiendo errores y traiciones nunca saldremos de ellos…la re -contextualización del Art.32; …salvar lo que se pueda salvar apelando a la razón …quienes quieran buscar tratamiento en privado, pueden hacerlo libremente…). Esta contribución se centrará, por brevedad, sólo en dos cuestiones.

“No es cierto que la salud no sea una mercancía”: desde hace un tiempo la salud se ha convertido en un producto como tantos otros. Incluso la medicina general (médico general) se considera, según las normas económicas de las empresas, una producción. En las empresas privadas, la salud se ha convertido cada vez más en un objeto de interés y se utiliza como prestación/indemnización adicional (como un coche o un teléfono). Escondidas en los pliegues de estos pactos/contratos extra-AACCNN se esconden a veces “concesiones” que entran en conflicto con el concepto de derecho hasta el punto de asimilar y confundir derechos con privilegios (para unos pocos). La reciente conferencia “El bienestar del futuro” documenta una actividad sanitaria generalizada para los empleados de empresas privadas a quienes se ofrecen, “de oficio”, cursos preestablecidos presentados como oportunidades de prevención. No hace falta decir que todo esto plantea bastantes cuestiones relacionadas con la idoneidad y la ética de estas formulaciones.

Sin embargo, la globalización y la libertad de mercado han decretado que la salud sea una mercancía. Una de las definiciones más efectivas de globalización (Bauman) sostiene que esta forma permite que la economía y las finanzas escapen del control de las políticas estatales y tiende a revertir la relación de poder. Sin política o con una política subordinada, las desigualdades y el empobrecimiento sólo pueden aumentar (glebalización o neofeudalismo). La aldea global (McLuhan) crea el fenómeno de la visión global contextual según la cual lo que sucede en una parte del mundo también sucede instantáneamente a nivel local (glocalización).

En lo que respecta a la crisis sanitaria, ninguna alta dirección puede eximirse de responsabilidades específicas y la incapacidad de realizar una autocrítica ha provocado una horrenda confusión entre errores y traiciones. Poco a poco los intereses de pequeños grupos han invadido el ámbito de los derechos comunitarios hasta contaminar su valor comunitario.

“Desde la izquierda… y desde la derecha… estamos dispuestos a llegar a un acuerdo”: el llamamiento bipartidista y bicameral para crear una acción de reforma política común es una idea brillante, sabia y conciliadora para abordar la complejidad y debería interesar a muchos. Cualquiera que rechazara un compromiso en este sentido para una obra pública tan importante causaría una mala impresión. Quizás “es una hipótesis utópica casi inviable pero es una petición de principio”. Necesario est. Se dispone de mentes capacitadas y conocimientos (indicados en intervenciones anteriores), capaces de insertar el artículo 32 de la Constitución “en nuestro tiempo y nuestra complejidad”. Sin este paso sólo asistimos a la infinita sucesión de acusaciones mutuas, quejas, explicaciones abstractas o protocolares que adelantan reivindicaciones pedantes, definitorias u operaciones sectoriales extremadamente precipitadas y aderezadas con caprichos verdaderamente singulares.

Las posiciones maniqueas llevan a no reconocer las complejidades. La apelación a la razón requiere tomar en consideración “nuevos contextos y nuevas reglas” para que la pluralidad de culturas pueda frenar la irracionalidad de los deseos ilimitados y el pensamiento estandarizado. La petición del Prof. Cavicchi y la apelación a un neopragmatismo están ligadas a las mejores autoridades filosóficas del siglo XIII (John Duns Scotus, Guillermo de Occam) capaces de abrir nuevas perspectivas sociales. Sus modelos de vida, basados ​​en hábitos cotidianos y en la experimentación personal con la vida, permiten a las comunidades sentirse cómodas en el caos y la complejidad en lugar de en un orden rígido, preestablecido e impulsado por la eficiencia.

La situación actual de nuestro Servicio Nacional de Salud requiere una estructura cultural capaz de soportar operaciones que no son en absoluto simples ni inmediatas, sino absolutamente necesarias. Sin embargo, la ruta debe indicarse inmediatamente. En particular, a nivel territorial, es necesario superar ciertas concepciones económicas según las cuales los bienes y servicios tienen un valor de uso y de intercambio financiero. Un acuerdo político bipartidista podría compartir, con la perspectiva de mejorar enormemente la salud de las personas y las pequeñas comunidades, la necesidad de reactivar la histórica espiral de dar-recibir-reciprocar. El vínculo entre acciones solidarias y recursos sólo tiene valor si es capaz de fortalecer las relaciones sociales y creativas. Por lo tanto, la solidaridad puede considerarse una prioridad y puede permitir que una sanidad pública cada vez más humana, sólida y gratificante coexista con normas derivadas de una jerarquía de importancia y una sanidad privada en una competencia leal y libre.

Bruno Agnetti
Centro de Estudios de Planificación Sanitaria (CSPS) de la Comunidad Solidaria Parma ODV

01 julio 2024
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