Las niñas no lloran, de Andrea Zuliani. la revisión

Ele – “¿Pero llega un momento en el que comprendes lo que eres?

Mi – “Sí, creo que sí, pero tal vez no se aplique para siempre.

Todo es cuestión de apariencias. Cuando las palabras empiezan a escasear y el espacio entre dos cuerpos se estrecha cada vez más, anulando el rayo de luz que separa dos almas en busca de sí mismas. La escena principal de la ópera prima de Andrea Zuliani se desarrolla bajo una manta, un no lugar de refugio, iluminado por las luces LED de colores que rodean a Ele y Mia, las dos protagonistas de esta interesante road movie entre Basílicata y Trentino-Alto Adigio.

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El debut como director de Zuliani, estrenado en el Festival de Roma en 2022, revivido este año por el recién concluido festival milanés Mira hacia otra partese mueve entre las coordenadas de la historia de la mayoría de edad y las trayectorias de película de carretera declinado en estilo femenino Thelma y Luisa.

Ambas chicas buscan una identidad inmanente que les permita mirar hacia adelante y no hacia atrás. Ele, la más joven, una estudiante de secundaria de sólo diecinueve años, aún no ha superado la pérdida de su padre, que le transmitió la pasión por la fotografía, dejándola una cámara analógica y una caravana un poco destartalada, que alberga los recuerdos de Mil viajes familiares por el mundo. Mia, una joven de origen rumano que limpia en la escuela de Ele, aún conserva las heridas del pasado inmediato que la vieron involucrada en un robo que terminó mal. Debido a una serie de circunstancias fortuitas, las dos niñas se encuentran en la caravana de Ele, que la joven ha conservado y reparado a lo largo de los años. Sin pensarlo mucho, se van. No tienen dinero pero nunca mirarán atrás.

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Zuliani cruza pasado y presente como si fueran los dos ejes cartesianos del relato donde, sin embargo, dominan los lugares físicos y sentimentales de compartir una libertad enteramente femenina. En este sentido, me viene a la mente otro debut como directora. Simone Bozzelli con su Patagonia. Las dos primeras obras parecen dialogar a distancia, comparando dos situaciones de fuga, en la carretera, una masculina (Patagonia) y el otro femenino (las chicas no lloran). Pero mientras que en la película de Bozzelli el espacio de la libertad era una jaula de la que no se quería ni se podía escapar, en la primera obra de Zuliani la libertad no es una utopía ignorada por la realidad, sino todo lo contrario. Los dos protagonistas, apoyándose mutuamente, completan su búsqueda de identidad, llegando a la conciencia de que ésta no es una certeza definitiva”.que es válido para siempre”, pero en constante evolución.

las chicas no lloran ciertamente tiene algunos defectos en la fase de escritura que se traducen en un avance fluctuante, especialmente en la fase central de la historia. Pero es, ante todo, una obra sincera, que abandona inmediatamente cualquier tipo de ambición formal para ponerse al servicio de sus protagonistas, sumergiéndose en sus miradas, en momentos de tácita intimidad compartida donde las palabras no son necesarias y el tiempo de la realidad deja lugar a la del cine.

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