Barba y Cabello | Bottaro y Nigretti sin apuestas: mejor que la Guerra de las Rosas

Barba y Cabello | Bottaro y Nigretti sin apuestas: mejor que la Guerra de las Rosas
Barba y Cabello | Bottaro y Nigretti sin apuestas: mejor que la Guerra de las Rosas

Pero, ¿habríamos imaginado alguna vez a un presidente de Amet y a un alcalde (de Trani) de los años 60, 70 u 80 lanzándose andanadas, llamándose “traficante” o amenazando con someterlo a un proceso penal? Nunca he visto a un alcalde y a su hombre de confianza, designado por él, dos destacados representantes de las instituciones tirándose pizzas (virtuales) a la cara en público. La nostalgia por los años tranquilos de la Primera República regresa cada vez con mayor frecuencia, cuando aclaraciones o conclusiones (quizás con renuncias pactadas), métodos suaves o posibles reordenamientos, se producían en las polvorientas oficinas de las instituciones o de los partidos, quizás entre nubes de humo. (los únicos de los que no sentimos nostalgia). Ahora todo se vuelca en una especie de Carnaval, en el sentido más profundo de la expresión. De aquellos Carnavales estudiados por Ernesto De Martino en los que el orden jerárquico se trastocaba por completo y el subordinado o súbdito dependiente del Principal, fuera quien fuera, se burlaba públicamente de él y menospreciaba o mortificaba su papel. En el Carnaval permanente que representa la política de Trani, una entidad, otra más, la Darsena en este caso, está mal gestionada desde hace años (hay varios artículos nuestros que lo atestiguan) y cuando llegamos al nodo final, la Al estrecharse el embudo, en el enfrentamiento final se desencadena el escondite de responsabilidades, con la institución colapsando ahora, pero no por “mo”, convirtiéndose en un campo de batalla con una “vista” en el desnudo paseo marítimo de la política tranesa. En resumen, no habría necesidad de un nuevo fracaso de un organismo municipal para emitir un juicio político sobre la actual administración. Y ni siquiera habría sido necesario llamar a Bottaro “traficante” (golpeador al servicio de un político contra oponentes de diversa índole, leí en Treccani), lo que hizo que el tono del debate político disminuyera en cualquier caso desde la excelsitud de la Primera República de arriba, en el permanente “Carnaval” de hoy. Como ya he escrito en otra ocasión, los epítetos y apodos nos pertenecen en la prensa con posible derecho de sátira (si están bien hechos y originales, no copiados ni forzados), no pertenecen, como quieran, a los representantes de las instituciones, además designadas bajo mandato. El resultado más fiable es que el director general de Amet, en aras de la coherencia, dimite. ¿O será despedido? Con las posibles consecuencias del caso, como otras escenas de lucha entre consejeros para certificar la paternidad de su vecino. Y el Carnaval seguirá… pd: ¿quién será el repartidor y quién será el repartidor?

PREV La gran espera de la Revisión. Lupi y Bicchielli en casa de Toti Visitas de la coalición cerradas
NEXT Aeropuerto de Reggio, obra de nueva terminal estancada: ¿qué pasa?