Y la cumbre sólo dejó un deseo para Puglia

Y la cumbre sólo dejó un deseo para Puglia
Y la cumbre sólo dejó un deseo para Puglia

De
Marcello Veneziani

01 julio 2024

¿Qué bien dejó la cumbre del G7 en Puglia? Apulia. La cumbre con los grandes del planeta no parece haber dejado legados importantes, puntos de inflexión ni grandes resultados. De esa multitudinaria concentración de poderosos en ese pedazo de tierra disputado con el mar y besado por el sol, lo que queda es Puglia, una región descubierta recién en el tercer milenio. Antes, estaba en el lado oscuro de la historia y la geografía. Hablaste de Italia y, después de Roma, surgieron las ciudades de arte o de negocios. Hablabas de regiones y de Toscana, aparecía Umbría o, si ibas al sur, los nombres en boca de todos eran Nápoles y Sicilia. La historia de Italia también se hizo del lado del Tirreno; Ni siquiera los Mil de Garibaldi pensaron en pasar por el lado del Adriático. Así, la filosofía, la literatura, el arte, en la Magna Grecia, tienen grandes nombres y pensamientos ilustres de ese lado, no en Apulia.

Hasta los años noventa, Bari era Beri, una caricatura malévola de muchos comediantes y actores locales, elevado al poder por Lino Banfi. Hace treinta años impactó una película del gran Clint Eastwood, Los puentes de Madison County, en la que la protagonista, la gran Meryl Streep, confesaba ser originaria de Bari. Qué extravagancia, y qué milagro cuando incluso Clint. en la película confesó conocer Bari, fue para embarcarse hacia Grecia (eso fue Puglia, el trampolín hacia Grecia); había visto Barivecchia y le había gustado a pesar de que en aquella época era considerada una zona peligrosa, en manos de delincuentes y carteristas.

Por supuesto, estaban Renzo Arbore y Domenico Modugno, pero uno se hizo pasar por napolitano (al fin y al cabo, como Riccardo Muti de Molfetta) y el otro se hizo pasar por siciliano. En el nivel político, había existido Aldo Moro, pero su identidad, al igual que su inflexión, parecía muy débil y vaga, incluso vacilante, entre Roma y Bizancio, entre la DC, el Ateneo y un Levante genérico; Moro era de Apulia sólo para los apulianos, no para todos los demás. La gente venía a Puglia tal vez por el Padre Pío, pero él era de Pietrelcina y hablaba con una inflexión napolitano-samnita. A lo sumo estaba el Gargano.

En definitiva, Puglia pasó desapercibida. Entonces, hacia finales del último milenio, sucedió algo. La decadencia de Nápoles y del resto del sur, marcada con la marca global de la mafia, la ‘Ndrangheta y la Camorra, frente a la cual el hampa de Apulia era poca cosa a pesar del suntuoso nombre de Sacra Corona Unita. Luego, el descubrimiento de platos y productos de la naturaleza de Apulia: habas y achicoria, lampascioni y grelos, arroz, patatas y mejillones. Joder, qué placer… Luego la hazaña del cine y de las series dramáticas, que encontraron su lugar natural en Apulia y sus alrededores. La masseria de Apulia, los pueblos blancos, los trulli, las contrara, las maravillas barrocas de Lecce, las ancianas de Bari que preparan strascinate – las orecchiette – en la calle, pescado crudo, en casa en Bari y Taranto antes que el sushi japonés; un rastro de folclore, el descubrimiento de Salento… A raíz del éxito loco de Checco Zalone, la pizzica y la taranta, la llegada de los VIP al campo de Apulia. Qué bonito es hacer el amor desde Vieste para abajo…

Fue una escalada, que empezaba a resquebrajarse por el exceso de turismo, las sobredosis cinematográficas y pugliofilia; cuando la cumbre del G7 llegó a Borgo Egnazia y sus alrededores. Miles de periodistas, no sólo con teléfonos móviles sino con cámaras enfocadas en Puglia, trulli de visión mundial. Primero la disputa entre los castillos suabos para acogerlos, el de Federico en Castel del Monte o en Barletta, al final se eligió el de Brindisi; los grandes llevados, en todos los sentidos, a ver la cerámica de Grottaglie como cualquier otro grupo de cruceristas, como un taller de alfombras en la casbah. Luego los Grandes entre los Olivos, la voz de Bocelli, los comes, y lo que comes. Sí, la pesca del día, taralli y focaccia, lasaña y delicias variadas, no sólo locales. Pero el principal descubrimiento de la mesa fue uno, procedente de la cocina pobre y auténtica de la Apulia más profunda: el pan y el tomate. La cena de los pobres, la merienda de los ricos, la variante del almuerzo junto al mar, sin traer la caja de pasta al horno como antaño. Por pan entendíamos pan duro; También existe una versión primitiva de invierno, que llamamos caldello, pan tostado sobre el que se vierte generosamente agua caliente, preferiblemente agua de mar, además de tomates, ajos, aceite, apio y otras verduras.

Además de la versión de invierno, los ingredientes básicos clásicos son tomates, aceite y orégano, todos de Apulia, además de una pizca de sal marina, quizás de las salinas de Apulia, y unas hojas de albahaca. Quienes exageran obtienen otras cosas, incluso cebollas y huevos duros. Hay innumerables versiones, incluidas variaciones locales y familiares pero el punto de partida fue la pobreza creativa, el reciclaje de los restos de pan más el olor del mar calentado al fuego, al menos la sombra de los tomates y el resto es fantasía; es decir, otros ingredientes para quienes se lo puedan permitir o simplemente imaginación para quienes no puedan hacer otra cosa.

El pan y el tomate, que también da nombre a la playa más famosa de Bari, se ha vuelto popular entre los grandes nombres del mundo, la pobreza local imaginativa ha seducido a la poderosa riqueza global. El sur del mundo en una frisella integral.

Al escribir sobre Puglia desde lejos, sentí un cosquilleo nostálgico, un deseo irresistible de volver, un hambre de Puglia, de pan y tomates; y un libro que me vino como un frijol, Ritorno in Puglia de Marco Ferrante, es el título de mi deseo. Qué ganas de volver atrás, de sumergirnos en la infancia; ahora que los mayores se han ido, que ganas de volver a ser pequeños…

(Panorama, n.29)

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