los tres días del siroco hace muchos años – Ragusa Oggi

los tres días del siroco hace muchos años – Ragusa Oggi
los tres días del siroco hace muchos años – Ragusa Oggi

Por Salvatore Battaglia

U sciroco

Es extraño que conozcas esta tierra – Oigo los coros batir – O solu penzeru

De este dolor… – Chian chian – Scinni Scinni – Ghiove…

Este viento miserable – Gritos de dolor… sobre la tierra devastada – sudorosa

china i sango – cristianos golpeados – y luego escaneados… todos masacrados

deja tus resentimientos – venganza – sin paz… – incluso lu veinte te dejará

sturduti – ‘na vote ni vasa – y ‘na vote ni duna la murti… (Giuseppe Bellanca).

Era el año 1980, eran nuestras primeras vacaciones en la nueva residencia familiar de verano a pocos metros del mar y el “Ventu di menzujornu” había llegado con nosotros cuando llega a Sicilia, nos envuelve, tomando posesión de las vidas mismas. de nosotros los sicilianos: después del primer día comenzó a confundirnos, a alienarnos; al tercer día nos hizo perder la voluntad y los sentimientos.

Fueron los “tres días del Siroco” fueron días de penitencia y de agitación, de enfermedad ¡sí!

¡La única solución conocida es la inmovilidad absoluta! La inmovilidad esperando la caída de la noche, acogida incluso en su cálida humedad como un pequeño renacimiento, una vuelta a la vida… noches que, cuando los ventiladores y el aire acondicionado eran un lujo para unos pocos, se pasaban en una tumbona abierta al balcón, o sobre colchones tirados en el suelo en la zona más fresca de la casa. En los días del siroco oíamos decir a la gente cuando veraneábamos en la ciudad… “afortunado el que tiene el mar a su alcance, quién podría decir: esta noche vas a dormir en la playa”. “.

En los días del siroco no había compromisos que asumir ni obligaciones que respetar, ni siquiera las debidas a la profesión o al parentesco. Todo tenía que parar, todos tenían la obligación moral de no moverse demasiado para no moverse ventu cauru; vidas destinadas a esperar, unidas en la compasión de la condición de “enfermos”. Personas, cosas, animales: en aquellos días reinaba la comprensión y la compasión mutuas.

El Scirocco no era un viento para nosotros los sicilianos, sino que era una entidad misteriosa, se decía que se llenaba de calor y arena en el desierto africano… la duda es que nació directamente dentro de nuestros volcanes, entre los lava hirviendo. El siroco nos recordó que la vida puede ser difícil, que frente a la voluntad divina no somos “semunentes”.

Incluso las cosas sudaban, tanto como la gente, y las cortinas de la entrada de los viejos bares -con sus largos filamentos de plástico- parecían convertirse en ventosas de pulpo. Hablar se convirtió en un esfuerzo indescriptible, extrañamente la palabra parecía pesar más que los gestos… quizás por la emisión de un aliento caliente, o por la imposibilidad y el esfuerzo que requería en aquellos días incluso formular un pensamiento. En esos tres días gesticulaba lentamente, con movimientos de los ojos sobre todo, con pequeños y medidos gestos de las cejas o de los dedos; Esto hizo que nuestros discursos se volvieran casi incomprensibles para un no siciliano… gestos que mantenemos ocultos en nuestro ADN, asimilados a lo largo de milenios, utilizados en la antigüedad para no hacernos entender por los gobernantes de la época (pero probablemente a veces también para hacernos entender), comunicación que era instintivamente útil precisamente en la época del Scirocco…

El Scirocco llegaba como un gran “ciatu cauru chi n’arrivava ncoddu”, húmedo y asfixiante… Días en los que te entregabas a altas horas de la noche granizados de limón y limonadas saladas, en los que deambulando como un zombie te encontrabas con esos quioscos abiertos que parecían a ti como el espejismo de un oasis en el desierto.

Así que este escrito mío sirvió de advertencia a todos aquellos viajeros que en aquel lejano período se encontraron en Sicilia en los fatídicos “tres días del Scirocco”… tenían que ser misericordiosos, no tenían que tener exigencias, tenían para no tomarse a mal si veían la habitual hospitalidad y disponibilidad de nosotros los sicilianos… debían entender y acoger esos tres días como una experiencia y una enseñanza, que siempre vendrían bien en las adversidades de la vida.

Hoy, como entonces, el cálido viento siroco viene a visitarme a mi querida residencia junto al mar… pero el aire acondicionado ya forma parte de nosotros… y aunque su nombre “Fujitsu” no sea exactamente de derivación mitológica, todavía logra para hacerme soñar con mundos buenos desconocidos para la mayoría…

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