el cuarto La crisis del agua, como hemos informado repetidamente, no sólo afecta a la ciudad. El campo es otra frontera de emergencia aún más amplia. Con el verano y las altas temperaturas, la situación general adquiere rasgos de desesperación para muchos operadores del sector y para sus empresas, obligados a avanzar por vía estrecha y con múltiples interrogantes sobre la continuación de las actividades. La advertencia es clara: “no basta con invocar lluvias como hacen muchos políticos”. Sin intervenciones integrales para las represas de la zona, incluso el agua de lluvia será de poca utilidad. Las represas han estado estancadas durante años y los agricultores locales habían dado la alarma en un momento desprevenido. No se sabe qué pasó con los fondos del “Pacto por el Sur”, destinados específicamente a las represas. Cimia, una de las pocas cuencas todavía capaces de regular determinados volúmenes de agua, se reduce a un máximo de un millón y medio de metros cúbicos. Una reducción drástica, “una verdadera eliminación”, afirman los operadores locales. La reunión solicitada por la asociación “Santa María”, que reúne a productores de Nisceme y Gelese, debería celebrarse la próxima semana en la prefectura. El campo es el punto extremo del colapso por la falta de recursos hídricos. Para muchos, el principio del fin se determinó cuando la Región decidió que la responsabilidad de las represas pasaría de los consorcios de recuperación al departamento. A nivel local, ni siquiera la interconexión Disueri-Cimia está asegurando resultados.
