¿Falla? No: Scamacca pone fin a una Eurocopa decepcionante, pero es el menor de los culpables

La historia reciente de la selección nacional nos dice que cuando las cosas van mal, en la mayoría de los casos casi toda la responsabilidad de la opinión pública y también del “tribunal social” más recientemente formado recae en el atacante que no marca goles. Durante toda la vida pasó con Ciro Immobile, hoy le toca el turno a Gianluca Scamacca, el número 9 del naufragio azul en la Eurocopa de Alemania, quien después de dos meses extraordinarios con el Atalanta nada más quitarse las franjas negras de la camiseta parece haberse transformado en otra cosa.

Fue objeto de críticas por parte de los medios nacionales, alguien incluso sacó sus tatuajes (!) y la Playstation (!!), fue señalado como el único culpable después de las dos actuaciones incoloras, tanto la suya como la del resto de equipo, contra Albania y España. Luego, en el tercer partido, decisivo contra Croacia, el jugador nacido en 1999 se sentó en el banquillo y jugó sólo el último cuarto de hora, para luego levantarse y regresar desde el primer minuto como delantero del 4-3-3 contra Suiza en octavos de final. La final.

De hecho, no ha cambiado mucho, ni siquiera con Chiesa y El Shaarawy a su lado, la primera vez que Spalletti intenta dar un poco más de apoyo a su único atacante desde el primer minuto, la táctica constante de toda la aventura como así como una de las mayores brechas que resaltaron los 360 minutos de los cuatro partidos entre la fase de grupos y los octavos de final. Sin embargo, ciertamente no es el único.

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Quienes están acostumbrados a ver a Scamacca cada semana -o mejor dicho, cada tres días…- desde el gol del Sporting a Alvalade en adelante, prácticamente desde mediados de marzo, han podido comprobar fácilmente el enorme retroceso no sólo desde un punto de vista Punto de vista táctico y técnico también técnico, pero también mental: el jugador se mostró indolente y con dificultades para mantenerse dentro de un mecanismo que entre enero y febrero había terminado a menudo en el banquillo incluso con Gasperini, antes del renacimiento y la final. carrera como protagonista absoluto para alcanzar los objetivos y los triunfos europeos nerazzurri.

Sin duda decepcionó y sería hipócrita decir lo contrario: 6 tiros en total en 250 minutos, ningún gol, un golpe al poste contra Suiza en probable fuera de juego (no comunicado en el terreno de juego pero habría sido detectado por el VAR) de un A pocos pasos del 2-0 a falta de un cuarto de hora para el final. Si excluimos esta última situación, en 4 partidos Scamacca totalizó la mísera cifra de 0,5 goles esperados, calculados en función de la calidad de las oportunidades y de los tiros. En total 0,13 por partido: en la temporada con el Atalanta viaja más del doble, sólo en la Europa League casi el triple. Reiterar que no es una cuestión de escenario.

No hace falta precisar la diferencia de contexto, más que evidente para todos, entre la pequeñez de la Italia de Spalletti y lo que la generación de 1999 estaba acostumbrada a nivel de clubes. Por supuesto, sorprende pensar que incluso en términos de mordiente y determinación, el Rey León de Atalanta casi parecía asentarse en el nivel medio, o más bien mediocre, de todos los azzurri. La frustración se apoderó ya del partido contra Albania y se prolongó partido tras partido, como no podía ser de otra manera teniendo en cuenta el escaso apoyo que le brindó el equipo. Una reacción humana.

“Elegimos jugar con un solo delantero”, afirmó Spalletti tras el fracaso ante Suiza que les costó la eliminación. Es una pena que Scamacca siempre diera lo mejor de sí en un ataque de dos o tres. Atención, ataque a tres bandas: De Ketelaere, Lookman, Scamacca, en lugar de Koopmeiners. Tres atacantes, en el sentido estricto de la palabra: tres “que atacan”. En Italia, sin embargo, no hubo jugadores que atacaran hacia adelante, salvo Chiesa por algunos destellos irregulares e inconsistentes y Zaccagni en los pocos minutos que le concedieron y siempre en situaciones ya comprometidas o casi comprometidas.

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La soledad del nueve, solo para luchar contra dos, acompañó muy poco, llamado a hacer un trabajo clave para sacar adelante el equipo que alguien con su físico puede hacer, por Dios, pero que no le pertenece y ha sido visto en muchas situaciones durante la temporada. Con el compañero más cercano siempre demasiado lejos para poder hablar entre sí, sin recibir nunca centros ni balones atractivos en transición ofensiva: los azzurri casi siempre se encontraron atacando defensas alineadas o estando demasiado abajo para volver a atacar. Siempre con tiempos muy equivocados.

Sólo quedó una copia bastante descolorida del delantero que marcó 19 goles y 8 asistencias esta temporada para los nerazzurri, en un contexto totalmente disfuncional desde todos los puntos de vista, que no permitía a los individuos potenciar sus características excepto a los defensores capaces de dar esos saltos adelante que son cruciales para elevar el centro de gravedad (léase Calafiori).

Ahora se puede decir que la falta de convocatoria en marzo fue buena para el Atalanta, le dio la energía adecuada a Gianluca, pero también le quitó al chico la posibilidad de crear química con compañeros que normalmente no ve: Los apenas 10 días disponibles antes del debut oficial no pudieron ser suficientes. En los nerazzurri como en los azzurri, la ausencia de alquimia y de ideas es la primera condena a la derrota.

Scamacca es parte de esta derrota, pero es el menor de los culpables. ¿Podría haber jugado mejor con los pocos balones que tenía disponibles? ¿Debería haber corrido más? ¿Ser visto más? ¿Poner más determinación en ello? Posible, probable. Pero la sensación es una: incluso con Lewandowski, con Kane, con otro número nueve aleatorio con más de 300 goles en su carrera, nada habría cambiado, porque el problema era mucho más amplio y generalizado en todos los ámbitos, técnica y mentalmente. Entonces no hay duda: señalar con el dedo a un culpable es más conveniente. Especialmente si es el delantero centro. Pero Gianluca está bastante acostumbrado a esto y también ha aprendido a que no le importe. Por suerte para él y para el Atalanta que no ve la hora de volver a abrazarlo.

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