Supongo que el 44% de los jóvenes de 18 años lo intentan. Y las máquinas tragamonedas vuelven a los bares del Piamonte

Supongo que el 44% de los jóvenes de 18 años lo intentan. Y las máquinas tragamonedas vuelven a los bares del Piamonte
Supongo que el 44% de los jóvenes de 18 años lo intentan. Y las máquinas tragamonedas vuelven a los bares del Piamonte

Al iniciar un debate, prepárelo afirmando un dogma: el juego es “otro sector decisivo de la economía nacional”. En resumen, quien convocó los “Estados Generales” de los Monopolios, que hoy abren sus puertas en Roma en su sede, afirma perentoriamente que las máquinas tragamonedas, las loterías y las apuestas (sector “decisivo”) aumentan la riqueza del país e impulsan la competitividad de Italia. en la escena europea y mundial.

Con el debido respeto a los economistas “escolares” que, equilibrando (ceniéndonos a la cuestión puramente monetaria) ingresos y costes, concluyen que el saldo tiene un signo “menos”. Menos consumo de bienes y servicios, menos ingresos fiscales, menos empleo, menos desarrollo económico. Del presupuesto familiar, entre 850 y 900 mil millones, se le quita una porción de 21 (suma de las pérdidas en el juego) y se explica por qué cierran tantas tiendas que venden productos manufactureros o servicios para las necesidades cotidianas.

Que el sistema de juego también tiene un efecto depresivo sobre el Producto Interior Bruto, es decir, que actúa como un “multiplicador negativo” de la economía, lo demuestran los estudiosos de los países liberales y ultraliberales (Courtwright, Adams, Orford, Hakim, Grinols y muchos otros, de EE.UU., Canadá, Reino Unido, Australia). Y también en materia fiscal, este sistema de consumo tóxico produce pérdidas, y muy importantes. En la América del Norte liberal, el Centro de política fiscal en Washington los documentos omitieron colecciones con una minuciosidad que nuestra administración financiera estatal haría bien en emular. El “sin impuestos”, o impuestos contra los vicios, son “El futuro oscuro de los impuestos estatales”.

También tenemos una respuesta muy clara en Italia. Datos en la mano, del año 2023. Nuestros conciudadanos han apostado alrededor de 148 mil millones de euros, y han perdido 20,7 de ellos. El Estado ganó 10,47 (siempre miles de millones) y las empresas privadas tuvieron un margen casi igual (10,2). Mismos números que en 2017, antes del gran salto, pero hasta 50 puntos porcentuales, en la carrera por la fortuna industrializada.

Y he aquí la conclusión elemental: para mantener el mismo nivel de ingresos (para el Estado) y de beneficios (para las empresas privadas) es necesario incorporar al mayor número posible de personas a una vida cotidiana intercalada por el juego. De modo que también aumenta la proporción de adictos al juego: porque son los negocio principal del sistema. El 80 por ciento del margen proviene del 20 por ciento de los consumidores habituales de uno o más de los 51 métodos de juego “que existen en el mercado”. De este subconjunto de apostadores habituales y metódicos se puede identificar el sector de jugadores que efectivamente padecen patologías de juego: rondaban los 1,5 millones en 2018 (encuesta epidemiológica del Instituto Superior de Salud) y han aumentado en proporción al galope los años siguientes.

En cuanto a los jóvenes, los análisis convergen. Obviamente nos referimos a investigaciones realizadas en interés público, por el Ministerio de Salud (ISS), por el Consejo Nacional de Investigación, por empresas sanitarias: entre los hijos de la Generación Zeta tenemos un 29,2 por ciento de jóvenes que declaran haber jugado; porcentaje que se eleva al 44,2 entre el alumnado de las últimas promociones de secundaria, con un saldo, en números absolutos, entre setecientas mil y un millón de personas. Hay más de 70.000 con perfil de “jugador problemático”. Y es que se trata de una población donde, en rigor, los datos deberían ser “cero”, ya que el acceso está prohibido por ley.

La derogación y el aplazamiento de importantes disposiciones de las leyes regionales también están fortaleciendo la recuperación de las máquinas tragamonedas en los bares, como es el caso de las provincias del Piamonte. Allí, entre 2020 y 2024 los dispositivos regresaron a hasta 1.200 establecimientos públicos (bares, hoteles, supermercados, etc.) donde habían sido apagados por la normativa vigente desde principios de 2018. Todos son libres, y también lo son Los centros turísticos de montaña más remotos han vuelto a escuchar las notas en si bemol y mi bemol de los sonidos de las máquinas tragamonedas.

Pero la característica más llamativa del resistible auge del juego industrial es la de las formas en línea o “remotas”. Detrás de los números monstruos (82 mil millones y 552 millones de euros en juego) hay un alistamiento masivo entre la población, incluida una parte muy significativa de la población mayor. Entre 2018 y 2023, es decir, pasando por el bienio de Covid, el número de personas que tienen una cuenta de juego online aumentó en más de 42 puntos porcentuales. De unos 5 millones llegamos a 7 millones 65 mil. Destaca la captación de clientes entre las personas mayores: +128 por ciento, involucrando a 121 mil personas mayores de 75 años, otros 865 mil entre 65 y setenta y cuatro años. Hay un millón 200 mil adultos jóvenes (entre 18 y 24 años) que tienen en funcionamiento una o más cuentas de juego online.

Con estas dimensiones del fenómeno, ¿tiene algún sentido (aparte de la manipulación) evocar el espectro del prohibicionismo? ¿Qué sentido tiene, por tanto, que en estos “Estados Generales del Juego Público” (juegos de azar) “se discuta la eficacia de las políticas prohibicionistas y de la prohibición”? el dilema, en todo caso, es entre el derecho a la salud, art. 32 de la Constitución, y su suspensión cuando se difundan producciones que la amenacen, como los juegos de azar, el tabaquismo, los alimentos industriales hipercalóricos, el alcoholismo. Se difunden, sin que el parlamento pueda respetar la jerarquía de valores de la República, es decir, primero la salud, luego el interés fiscal del Estado y luego el espacio estrictamente controlado de la economía privada que distribuye cigarrillos, bebidas espirituosas, comida chatarra, apuestas, loterías y ruleta digital.

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