Eugenio, de 58 años, dirige desde hace 20 un estanco en el barrio de Barca, en la frontera norte de Turín. En todos sus años de trabajo nunca había sufrido un robo. Luego, en el transcurso de un mes, le robaron seis veces. De un ladrón en serie. Y ahora ha cambiado de opinión: «Creo que a los comerciantes que disparan a los ladrones les va bien. El problema es que luego vienen los problemas”. El pasado 5 de junio la policía detuvo a la persona que le robó. Se llevó en total dos mil euros en efectivo y algunos cartones de cigarrillos. La primera vez que acudió a él tenía una botella de agua en la mano: «Me dijo: “Está llena de ácido, dame el dinero o te desfiguraré, ¿entiendes?”». La segunda vez, unos días después, «vino tres veces el mismo día. Nunca estuvo armado. Me amenazó verbalmente: “Si no me das el dinero te prenderé fuego, destrozaré tu casa”, repitió.
«Estaba como aturdido, indefenso. Actué sin decir una palabra”, cuenta a la edición de Turín de la Repubblica. Al final lo arrestaron: «Fue una liberación. Eran las 6 de la tarde del 5 de junio. Este tipo regresó, rodeó el mostrador y vino hacia mí para sacar el dinero de la caja registradora. Los agentes llegaron corriendo y se abalanzaron sobre él”. Cerró la tienda durante dos semanas porque ya no podía trabajar: «Tenía miedo de cada cliente que entraba. No se puede vivir así”. Ese ladrón lo apuntó «porque nunca me resistí. Sabía que cuando entrara le entregaría el dinero siempre y cuando no me hiciera daño. Y siguió regresando”.
