Vittoria 1938 en Venecia, reseña

Victoria 1938pequeño restaurante al pie del Puente Scalzi a Venecia, es una feliz excepción, que corrige la regla según la cual en los alrededores urbanos de las estaciones de ferrocarril la seguridad de encontrar lugares turísticos tristes y planos es matemática y -añadimos- mayor que la de que su tren llegue a tiempo. Valientemente situado cerca de un Burger King y en una calle de paso que conduce directamente al puente, es un lugar que corre el riesgo de ser clasificado como “turístico”: un grave error pero, sobre todo, para quien no se detiene, una oportunidad perdida.

Historia

El 1938 del nombre hace referencia a laaño de establecimiento de la marca: nacida como pizzería, se acerca poco a poco a la cocina tradicional, combinando una oferta gastronómica que mira a los clásicos venecianos con propuestas más nacionales-populares dirigidas a la presencia turística. Un panorama ciertamente tranquilizador que, sin embargo, gracias al cambio generacional y a la creatividad de las generaciones siguientes, empieza a percibirse como un poco limitante. El cambio de ritmo se produce precisamente con la nieta del fundador, Elisabetta Pinto: a ella, ahora en el comedor y al cuidado de la bodega, y a su compañero (de vida y de trabajo) Nicolò Trento, en la cocina, la importante transformación que hoy ha llevado a Vittoria 1938 a ser incluida en el lista de restaurantes que definitivamente vale la pena visitar en la ciudad de la laguna.

Allá reaperturasi puede definirse como tal, lleva la fecha de febrero 2020: una salida en plena pandemia que, sin embargo, no impidió que la pareja y el local despegaran tras el nuevo curso.

El entorno

Como ocurre con muchos otros lugares de la ciudad, Vittoria 1938 también disfruta de un doble espacio: si los interiores son contenidos (otro rasgo común a muchos establecimientos de la ciudad), la gran zona de asientos exterior con vistas al Canal lo compensa. La larga restauración ha permitido crear un ambiente decididamente acogedor, con un mostrador a la izquierda y una sala que juega con los contrastes con colores neutros (blanco, gris, entre sillas y paredes) y madera para las mesas y el suelo. Una cocina abierta que transmite bien la complejidad, en términos de gestión del espacio (y de convivencia), con la que tienen que lidiar a diario los chefs laguneros. Cuidada iluminación, limpieza, cuidado general y un servicio extremadamente preciso, amable y atento, sin caer en intrusiones ni tonos pedantes, completan el cuadro. Carta de vinos capaz de moverse con seguridad entre regiones italianas y con algo del extranjero.

El papel y los platos.

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La carta dice mucho sobre la mano y elidentidad de Nicolò Trento, decidido en la construcción de un lugar que sepa, por un lado, contar la tradición veneciana en clave más dinámica, con una dosis de creatividad que no desvirtúe lo clásico sino que sepa situarlo en el presente, y por otro lado hablar de sí mismo y de su camino educativo y personal, mirando las contaminaciones pero sobre todo la riqueza de conocimientos acumulados durante los viajes realizados entre Asia y América. He aquí una doble propuesta: el menú Tradición, en el que destacan la crema de bacalao (elaborada a la perfección y según los dictados de la Cofradía a la que está afiliado el restaurante), los bigoli en salsa (elaborados con una auténtica prensa ) y toda la pasta fresca rellena.

El talento de Trento para este último merece un capítulo aparte: basta decir que vale la pena detenerse en el juego entre la consistencia, el espesor y el sabor de la masa con el del relleno. Si bien entre los platos clásicos ya se pueden vislumbrar algunas pequeñas desviaciones, la dirección totalmente personal encuentra plena expresión y amplitud en el Menú de innovación con incursiones en la cocina oriental (wontons, gyoza -aquí rellenos de hígado a la veneciana- y caldos de pescado) y la capacidad de contar y hacer que el pasado vuelva a contar algo nuevo: es el caso del “raviolis en salsa”, una variación (que ahora se ha convertido en un plato estrella) del bigoli.

Relación calidadprecio (y cantidad) decididamente contentos: entrantes a 18-20 euros; primeros platos a 19-22 euros; segundos a 20-28 euros.

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Entre los platos degustados, los raviolis con ánade real, cerezas en escabeche y salvia frita son una pura concentración de sabores que devuelven al paladar el carácter de cada ingrediente y hablan mucho del pasado enterrado de la pesca en la laguna, mientras que el conejo y los albaricoques (en salsa y asados ​​enteros) es un equilibrio bien concebido que consigue, en su sencillez, realzar una carne siempre un poco desairada. Entre los postres, merece la pena informarse sobre las propuestas del día, además de las de la carta: puede que te topes con un merengue con salsa de fresas, ruibarbo y albahaca capaz de dejar tu paladar ligero y refinado. Finalmente, merece una mención especial la atención dedicada a la recuperación de platos, ingredientes y preparaciones del pasado, propuestos sin nostalgia pero con inteligencia y curiosidad por el conocimiento.

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Opinión

restaurantes

Ubicado frente a la Estación Santa Lucía, Vittoria 1938 es un restaurante que ha sabido renovarse con el tiempo, pasando de una oferta más clásica y tradicional a una más innovadora y contemporánea: la transición fue natural y generacional. De hecho, el comedor y la cocina están ahora en manos de una joven pareja que ha sabido transformar la huella dejada por sus abuelos y padres mirando contaminaciones de América del Sur y Asia y dando nueva vida a los platos atemporales de Venecia. cocina. Las pastas frescas y rellenas merecen la pena, mientras que la carne complementa el pescado, a menudo sobrerrepresentado en la oferta gastronómica de la ciudad. La hospitalidad y la “frescura” general completan el cuadro, apoyando la cocina.

  • Platos representativos del pasado, de la actualidad y de la identidad de quienes están en la cocina.
  • Terraza exterior no atribuible inmediatamente al restaurante
Victoria desde 1938

Victoria desde 1938

Calle de le Chioverette, 745, 30121 Venecia VE, Italia

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