Altamura. Desde el Buoncammino, un camino de cierto peligro

Altamura. Desde el Buoncammino, un camino de cierto peligro
Altamura. Desde el Buoncammino, un camino de cierto peligro

ROBERTO BERLOCO – Buoncammino. Por un camino de cierto peligro. Parece una paradoja. Y es, considerando todo, mantener firme la línea del significado. Porque es desde un lugar que, por su sacralidad, suscita específicamente la imagen de un viaje que debe realizarse a salvo de cualquier peligro, ya que está bajo la protección sobrenatural y firme de la Madre del Señor, que, por el contrario , un camino que hace del peligro una constante omnipresente.

El tramo afectado parte del Santuario de la Madonna del Buoncammino y se extiende a lo largo de varios kilómetros en dirección a Pulo. Un recorrido que, entre otras cosas, tiene un importante valor turístico, teniendo en cuenta el lugar de Lamalunga, al que discurre, y el de Pulo, en su confluencia.

Una ruta favorita para muchos altamurenses de cualquier edad, para un simple ejercicio o incluso un entrenamiento riguroso. El motivo viene del bello paisaje que lo rodea, propicio para el ejercicio físico, y, al mismo tiempo, de la cercanía del pueblo: llegar es tan rápido como regresar.

En toda su extensión, sin embargo, carece de cualquier zona reservada para quienes utilizan únicamente sus propias piernas o las ruedas de una bicicleta, tanto a un lado como al otro de la vía. Es más, uno que, por sus precarias dimensiones, impone una reserva adicional de prudencia a los automovilistas que, al atravesarlo en un sentido o en el contrario, acaban cruzándose.

La necesidad de un carril bici/peatonal estándar se ha sentido a menudo y se ha hablado de ello varias veces en el pasado, obviamente durante las distintas campañas electorales y, obviamente, sin que se haya hecho nada al respecto una vez concluidas éstas. Un estilo común a las distintas alineaciones y partidos locales, como es el ánimo de quienes, salvo las debidas excepciones, se interesan por la Cosa Pública de Altamura.

Quizás, para seguir adelante, lo que impidió que un proyecto tomara forma, o, en todo caso, que se alejara de un estado de mero entendimiento, fueron las dificultades derivadas de la actividad expropiatoria que debería haberse iniciado con los propietarios de las distintas fondos adyacentes a la vía. Quizás, para desalentar, incluso la sola idea de afrontar semejante compromiso. Quizás, simplemente, la reducción calculada para uso electoral de un tema que fue -y será- eficaz para lograr consenso. Sea como fuere, el hecho sigue siendo visible estos días: un camino que coincide con la carretera, sin espacios delimitados en los bordes, utilizado por peatones, ciclistas y corredores no sólo los domingos, y que, irónicamente el destino, parte de un lugar bendito. que el buen camino lleva inscrito en su nombre.

¿Cómo, entonces, no recordar toda la atención que la Virgen concedió a aquellos primeros viajeros que, desde el edículo votivo de hace casi tres siglos, alrededor del cual se construyó la primitiva capilla, tuvieron que dar un paso hacia ¿El camino que conducía a Bari? Originalmente, la gracia implorada era precisamente y sólo la protección de los peligros de los bandidos para aquel camino que les esperaba, de ahí el nombre que ha acabado caracterizando a aquella particular María hasta el momento actual.

Hoy, cuando el camino está libre de la probabilidad de robos a mano armada en los que uno podría incluso resultar herido o incluso muerto, se debe implorar una vez más la misma gracia, es decir, salvar la vida caminando, corriendo o andando en bicicleta, la Camino de Mena. Ascendida al rango de carretera provincial, ya no es frecuentada por mulas, burros, caballos o carruajes tirados por ellos, sino por coches y motos, un riesgo constante, abierto y más inmediato para la seguridad física.

No hace falta decir que, si quisieras, también podrías evitar el riesgo de sentirte abrumado prefiriendo simplemente otra ruta, quizás mucho más adentro de Murge. ¿Con cuánto sacrificio, sin embargo, tener que alejarse del centro urbano, con el inconveniente de tener que aparcar en márgenes de desprendimientos de tierras, tal vez en campo abierto, donde, en caso de necesidad, pedir ayuda en voz alta sólo sería tener la respuesta del silencio de la naturaleza.

Pero, si el principio mismo del lugar, el de un Santuario tradicionalmente destino de esperanza, piensa en la integridad del deseo de creer en una solución, proporciona ese sentido de paciencia practicado con siglos de antigüedad. don de la población de Altamura, el mismo que ha producido la riqueza de la que el gran pueblo fredriano puede estar orgulloso en estos difíciles años contemporáneos.

Así, si un día, aunque sea muy lejano, surge un carril bici/peatonal, debemos agradecer en primer lugar a quienes, mientras tanto, han sufrido y arriesgado más consigo mismos y con su vida. Como ocurre con esos sueños, bonitos e inalcanzables, en los que no dejas de creer hasta que se hacen realidad. Por supuesto, si todavía estás vivo cuando se hagan realidad.

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