Ragusa, Eugenio Murrali presentó la novela “Marguerite estuvo aquí” en el centro histórico – Giornale Ibleo

Ragusa, Eugenio Murrali presentó la novela “Marguerite estuvo aquí” en el centro histórico – Giornale Ibleo
Ragusa, Eugenio Murrali presentó la novela “Marguerite estuvo aquí” en el centro histórico – Giornale Ibleo

Eugenio Murrali, autor de la novela “Marguerite estuvo aquí”, publicada por Neri Pozza, estuvo el pasado viernes como invitado en el festival “A tutto volume”. Junto con la profesora Lilla Anagni, reconstruyó la vida y obra de Marguerite Yourcenar, una escritora inmortal, la primera mujer aceptada en la Academia Francesa y recibiendo la Legión de Honor.

Una mujer absolutamente extraordinaria, cuya vida fue intensa, a menudo dolorosa. Nacida en Bélgica, pero de nacionalidad absolutamente francesa, Marguerite Yourcenar perdió a su madre a los pocos días de nacer y fue criada por su padre, un hombre muy culto y amante de los viajes que le transmitió sus pasiones.

La pasión de Murrali por el escritor francés, nacida en sus años de secundaria, gracias a su profesor de francés (fallecido recientemente y a quien dedicó la novela) que le regaló “Memorias de Adriano”, está entre las protagonistas de esta novela. Una narración coral en la que Murrali da voz a muchas personas que formaron parte de la vida de Marguerite. Sus historias no son simplemente fruto de la imaginación de la autora, sino que son el resultado de una larga investigación tras sus huellas, a través de visitas a los lugares donde ha estado, el estudio de su archivo autógrafo (rico en cartas y documentos de diversa índole). ) que Murrali tuvo la oportunidad de consultar, pero sobre todo de las obras de las que es un profundo conocedor y experto.

Porque Marguerite Yourcenar alcanzó la inmortalidad con sus obras, en las que derramó su alma. Como en “Pellegrina y el extranjero”, con la que Murrali (y no sólo él) quedó conquistado, hasta el punto de que publicó un gran extracto en la página. 186 de su novela: “Aceptar que tal o cual ser no es más que un muerto entre millones de muertos. Aceptar que tal o cual persona, en vida, tuvo sus debilidades, sus bajezas, cometió errores que en vano intentamos tapar con mentiras lastimeras, un poco por lástima hacia ellos, y mucho por lástima hacia nosotros mismos, y por la vanagloria de haber amado sólo la perfección, la inteligencia, la belleza. Aceptar su independencia como los muertos, sin encadenarlos, pobres sombras, a nuestro carro de los vivos. Acepta que murieron antes de tiempo, porque no hay tiempo. Aceptar olvidarlos, porque olvidar está en el orden de las cosas. Acepta recordarlos, porque la memoria se esconde secretamente en el fondo del olvido. Y aceptar también, pero prometiéndonos hacerlo mejor en otra ocasión, y en el próximo encuentro, haberlos amado torpemente, mediocremente”.

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