LA HIPOCRESÍA DEL TURNO VERDE (1ª parte) ⋆ Diario de Piacenza

Como se temía, sucedió lo peor: el Gobierno no se lo pensó dos veces y, de hecho, a partir del 30 de abril aumentó el nivel de exposición tolerable (según él) a las ondas de radio 5G, llevándolo de 6 a 15 voltios por metro. Más del doble y en un promedio de 24 horas (en otros países es de 6 minutos), lo que autoriza efectivamente picos de excesos. El 5G se utilizaría, afirman, para acelerar la transmisión de datos, para la conducción autónoma de vehículos, para cirugías remotas y para el control de “ciudades de 15 minutos”. La consecuencia, sin embargo, sería un mayor control sobre las personas.

La decisión gubernamental se tomó sin siquiera hacer uso del sacrosanto “Principio de Precaución” ya avalado por la Comunidad Europea, que debería ser el primer deber de quienes son responsables de otros tanto a nivel nacional como local. Ignoraron el informe de la Séptima Comisión Permanente del Senado que en junio de 2021 entregó al entonces Gobierno Draghi un dramático informe sobre las consecuencias que lo digital causa a los jóvenes: no sólo daños físicos, sino también cognitivos, conductuales y psicológicos donde la sensación de soledad.
Hay directores ilustrados que realmente sienten la responsabilidad de su papel y para proteger a los estudiantes han cableado la conexión a Internet para que sea mucho menos dañina porque es cableada. En lugar de indicar estos principios como ejemplo a seguir, obedecimos al PNRR que impulsa lo digital en las escuelas y así llegamos al DAD, Google, la agenda digital, etc.
Evidentemente la presión de las compañías telefónicas importa más que nuestra salud, es más poderosa que los ciudadanos que no están suficientemente informados y por tanto no se hacen oír ni se hacen valer. De hecho, las ondas electromagnéticas no se pueden ver, no hacen ruido, no huelen, así que no piensas en ellas, pero están cerrando el mundo en una jaula muy peligrosa.

El Gobierno decidió sin tener en cuenta todos los estudios que demuestran la nocividad de estas ondas para la salud de las personas (aumento de tumores cerebrales, leucemia infantil, diabetes, hipotiroidismo, estrés oxidativo y mucho más) y los daños al medio ambiente y a todos los seres vivos, incluidas las abejas. cuya utilidad es indispensable.

No todos los Municipios, por negligencia, superficialidad, incompetencia, han elaborado un plan e identificado espacios donde colocar las antenas. Esta gravísima irresponsabilidad aumenta el riesgo para todos, porque las compañías telefónicas podrían comprar terrenos a particulares, como ocurrió en Cornuda (Treviso), donde se colocó una antena en un parque infantil. Obviamente protesta de residentes enojados. ¿Resultado? El patio de recreo se ha movido. La protesta continúa. Increíble ! Pero esto también está sucediendo en Piacenza. Se construirá una antena 5G de 34 metros de altura en el distrito de San Lazzaro, cerca de la escuela primaria. Demasiado cerca de la ciudad, demasiado cerca de los niños.

¿Realmente las instituciones no pueden hacer nada al respecto? ¿No es el alcalde el máximo responsable de la salud de los ciudadanos? Mientras tanto, los responsables son quienes podrían y deberían haber preparado un plan y haber identificado espacios para las nuevas antenas (siempre que no opten por impedirlo). Antes de vender terrenos a empresas telefónicas, los particulares también deben contar con la aprobación del Municipio. Es inaceptable que el interés económico de un particular ponga en peligro la salud de muchos. ¿Se evita con razón que los agricultores envenenen los campos cercanos a las carreteras, porque no lo hacen las ondas electromagnéticas que envenenan la salud?
¿No existen delitos identificables como poner en peligro la salud de los ciudadanos, no prestar asistencia o no realizar actos oficiales? Si hay un vacío legislativo, los alcaldes, los directores de ASL y demás deberían pedir una reunión inmediata con el gobierno, pero ciertamente ya hay muchas leyes, como el Principio de Precaución, para proteger a los ciudadanos, basta con querer proteger a ellos. Las regiones de Basílicata y Calabria han reconocido el peligro de las ondas electromagnéticas.

Es increíble e inaceptable que en Piacenza ASL y ARPA hayan dado el visto bueno a la instalación, no está claro por qué. ¿Conocen realmente estas empresas los estudios sobre los daños que provoca la exposición a esas olas? ¿Han leído el informe de la Séptima Comisión Permanente del Senado? ¿Han visto la investigación evidentemente INDEPENDIENTE y no la que se hace por encargo de las multinacionales de telefonía? ¿Qué pasará en San Lázaro? ¿Desaparecerán la escuela y las casas que la rodean, los insectos, las abejas, las mariposas?

Sobre todo, ¿qué pasará con los niños? Es hora de librar una batalla general, ya no sobre temas individuales, sino sobre todo. Tenemos que decidir qué calidad de vida queremos, cuánta salud y cuánta serenidad queremos. Podemos empezar con una vida lo más analógica posible. Lo cual no significa un rechazo a priori a la tecnología y al progreso, sino que queremos elegir nosotros mismos los medios, los caminos y los tiempos. Por ejemplo, es mejor la computadora que el celular, lejos de las redes sociales inútiles, es mejor recurrir a llamadas telefónicas fijas y reuniones presenciales. La vida real es mejor que la vida virtual, una vida real en la que nuestros jóvenes ahora están perdidos. Nada en contra del progreso, pero tengamos cuidado: las ondas electromagnéticas no existen en la naturaleza, nuestro cuerpo y el de otros seres vivos no está biológicamente preparado para sufrirlas, por lo que hay que vigilar sus efectos durante mucho tiempo antes de dejarlas entrar en nuestra vida.
Puede ser que los poetas perciban todo desde un punto cardinal que no existe, pero de toda la hipocresía verde -sobre la que volveremos nuevamente- de todas estas nociones físicas, químicas, biológicas, políticas, de toda esta arrogancia sin sentido, qué Lo que más me pone melancólico es pensar en la disparidad de fuerzas en la lucha entre un gigante tecnológico y la pequeña escuela de San Lazzaro atacada por un gigante torreón que quiere envolverlo en su hechizo invisible. ¿Quién defenderá a los niños, a los profesores, a los padres y a ese elegante, sencillo y pequeño edificio del pasado, que remite los pensamientos al libro Corazón? Un libro en el que -despojados de la retórica de aquella época- hay valores que aún hoy necesitamos.

bruna milani

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