Después del partido perfecto en Liverpool, el Atalanta disputó un partido igualmente perfecto en Bérgamo, que requirió un enfoque diferente al del partido de ida. La semana pasada los nerazzurri jugaron con la cabeza despejada, conscientes de su fuerza, pero sin la obligación de conseguir un resultado, encontrándose en la clásica situación futbolística del “underdog” en presencia de un gran equipo. Atalanta había vencido 3-0 al Liverpool, en una de sus mejores actuaciones de la temporada. Una victoria tan importante había obligado a Gasperini y su equipo a hacer una serie de reflexiones. Ante el resultado del partido de ida, ciertamente no era posible anular todo con un partido descuidado o descuidado, por lo que era necesario encontrar la manera de resistir los previsibles ataques de uno de los equipos más fuertes del planeta, manteniendo siempre la pasaje en el centro de cada razonamiento del cambio, que había pasado de imposible a probable. Por tanto, era necesario defender de forma ordenada, sin desvirtuar la propia identidad y sin los peligrosos pases vacíos mostrados en los partidos del campeonato contra Cagliari y Verona.