«Alguien dijo que si el Evangelio desapareciera en toda la tierra, el cristiano tendría que ser tal que quien lo viera vivo pudiera reescribir el Evangelio. Bueno, Giordani era uno de estos cristianos. Cuando partió de esta vida, el día que nos vio a todos reunidos a su alrededor para el último adiós – acudieron miles de personas de todo el mundo – en la Misa se leyó aquella página típica del Evangelio que son las Bienaventuranzas. Bueno: quienes lo habían conocido profundamente coincidieron en afirmar y afirmar que él los había vivido todos. […] Giordani fue uno de los mayores regalos que el Cielo dio al Movimiento de los Focolares. Dedicó gran parte de su existencia a esta nueva realidad de la Iglesia que también tiene otro nombre: Obra de María. De María: porque a todos nos parece que aquí, como en otros tiempos y en otros lugares de la tierra, está obrando sobre todo María, la Virgen, Madre de la Iglesia y de la humanidad. Y nos parece que María, de quien estaba enamorado, lo recompensó convirtiéndolo en uno de sus elegidos, casi transportándolo a la esfera de los místicos”.
Y de nuevo Gino Piccolo concluye con un pensamiento sobre la paz: “Dos delicados y silenciosos descienden sobre el plano inclinado de mi cuerpo. Las plantas de los pies bañan mis manos que descansan sobre mis rodillas. Dos delicados y silenciosos golpean. Una voz pregunta: ¿quién eres tú? Lágrimas de oración… ¡por la paz!”.
