“Via Lambertenghi bloqueada por tres furgonetas, ZTL muy virtual”. Y el comentario lapidario del lector que envió la foto esta mañana, 16 de abril, a la redacción. Es una imagen sumamente simbólica de lo que sucede en el centro histórico de Como todos los días a cualquier hora. Las furgonetas están por todas partes en plazas y calles, a menudo circulan a gran velocidad y con la misma frecuencia se detienen, creando obstáculos para los peatones y los coches autorizados. Señalar estos dos aspectos a los conductores a veces les lleva a recibir a cambio deliciosos ramos de insultos. El escenario se está agravando progresivamente, sobre todo desde el fin de la pandemia y ciertamente coincide (también, no sólo) con la enorme afluencia turística que rodea la ciudad (llevamos años hablando de ello: he aquí algunos precedentes).
El problema de los vehículos en el centro histórico (sin olvidar las grandes furgonetas NCC, siempre llenas de turistas) no es ciertamente un problema de los residentes y no se solucionará con la cancelación de 45 plazas amarillas con el traslado al aparcamiento de via Augadri, sin embargo no debemos olvidarlo ya que el residente mantendrá siempre el derecho de tránsito en el centro para cargar y descargar su vehículo.
Cabe destacar también que el tema de las furgonetas va acompañado del problema menor pero sistemático de la entrada de turistas en las murallas en coche, probablemente en muchos casos mal aconsejado por el navegante y en otros con abierta mala fe (ver aparcamiento ilegal). Imaginamos que no es fácil, pero tampoco imposible, contactar con las principales empresas que ofrecen servicios de navegación, Google Maps en primer lugar, y pedir que el centro sea designado zona prohibida.
Recientemente, el alcalde de Como, Alessandro Rapinese, definió correctamente la situación en el centro histórico como “espantosa”, subrayando luego la necesidad de racionalizar el acceso y limitar los horarios de entrega a las actividades comerciales. Una medida muy esperada, vital para los vecinos y para dejar respirar las calles de una ciudad amurallada que poco se parece a una zona de tráfico restringido y cada vez más se parece a un centro de almacenamiento portuario.
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