Ritos en Taranto, el primer acto comienza con los «perdones» en camino /EL VIVO

Ritos en Taranto, el primer acto comienza con los «perdones» en camino /EL VIVO
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TARANTO – Están solos, pero rezan por todos. El primer puesto del Jueves Santo cruza la puerta Carmine, iniciando oficialmente los ritos de la Semana Santa de Tarento.

Son 63 parejas de “perdones” que, hombro con hombro, descalzos, con el traje ritual y la capucha sobre el rostro, peregrinan hacia los altares de reposición de las iglesias de la ciudad vieja y del pueblo de Taranto. Desde Piazza Fontana hasta la Iglesia de San Francisco, la oficina de correos hace sentir su presencia silenciosa ante los ciudadanos. Son 45 parejas de penitentes carmelitas que cruzan lentamente el Puente Giratorio hacia la isla, las otras 18 permanecen en el pueblo de Umberto. Diez minutos antes de iniciar su viaje, el padre espiritual, Monseñor Marco Gerardo, les da una indicación de oración vinculada a la actualidad de la ciudad o país, para que en su peregrinación, además de sus oraciones personales, se unan a la invocación coral para la comunidad.

El “camino del silencio”, como lo rebautizó el estudioso y ex prior de Carmine Nicola Caputo, marcará el paso de estos días. El actual prior, Antonello Papalia, lo definió como el gesto más simple, espontáneo y genuino que hacen los perdonadores: acudir a parejas de hermanos en adoración. Uno de los pocos ritos que la comunidad de Taranto ha sabido conservar en el tiempo. Un antiguo rito que se remonta a la época en que los altares de reposición todavía se llamaban “sepulcros”, y los perdones entraban a adorar el cuerpo de Cristo. Y aún hoy, a pesar de la tecnología y la velocidad y a pesar de los altares que llegan hoy de forma casi festiva, la tradición de Tarento sigue llamándolas tumbas. Tal vez para recordar el gesto que se realiza cada año en Jerusalén después de la Santa Misa in “coena domini”: después del lavatorio de los pies, de hecho, la Eucaristía es colocada en el Santo Sepulcro precisamente para recordar el momento en el que el Nazareno fue colocado en el lugar cedido por José de Arimatea.
Pero no es el único gesto que queda en el ritual de Taranto.

De hecho, una vez han entrado en la iglesia para ser visitada, los carteros se descubren la cabeza colocándose el sombrero negro con la cinta azul detrás de los hombros y, sin dejar de nazzicar, es decir, empujando sus pasos con ese lento e incesante balanceo, el Los carteros se acercan a la tumba y allí realizan otro gesto que data de siglos atrás: lo llaman «u salamelicche». Después de una genuflexión, los hermanos se cruzan de brazos: las manos que sostienen el rosario con las medallas y la maza blanca del peregrino, se acercan en un abrazo hasta abrazarse por los hombros. El sonido de las mazas golpeando el suelo y el tintineo de las medallas se convierte en el anuncio del ritual que se está llevando a cabo.
Despertar la memoria de los mayores y fascinar a los más pequeños.

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