Los barcos rusos se adelantan a Italia, Libia ofrece puertos a Putin que ahora podrá gestionar el tráfico de armas (y de inmigrantes)

Dos barcos, el crucero misilístico Varyag y la fragata Mariscal Shaposhnikov. Dos submarinos de escolta. Y un puerto, el de Tobruk, a pocos kilómetros de Italia,…

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Dos barcos, el crucero misilístico Varyag y la fragata Mariscal Shaposhnikov. Dos submarinos de escolta. Y un puerto, el de Tobruk, a pocos kilómetros de Italia, que se ha convertido en la terminal del tráfico ruso en Libia y África. La señal enviada por Vladimir Putin con la “visita de cortesía” de su flota al puerto de Cirenaica, la parte oriental de Libia en manos de Khalifa Haftar, no puede subestimarse. Porque desde hace algún tiempo Estados Unidos y la Alianza Atlántica ponen el foco en el continuo tráfico de mercancías y barcos que llegan al puerto libio desde puertos rusos. Y la llegada de estos buques de guerra no hace más que certificar los temores de la inteligencia occidental sobre la penetración de Moscú en el país norteafricano.

Una estrategia que lleva años vigente. Y que Haftar no tiene intención de arrestar. Sus fuerzas armadas, el llamado Ejército Nacional Libio, hicieron pública deliberadamente la llegada de la Armada de Moscú, recordando que esta visita sirvió para “reforzar las relaciones entre el Comando General del ejército y la Federación Rusa”. Y si Haftar tiene todo el interés en ponerse del lado de su antiguo aliado el Kremlin, también para presionar al gobierno reconocido de Trípoli y a sus socios europeos y estadounidenses, Putin tiene todo el interés en mostrarse como protagonista del juego libio. Y esto a pesar de que el zar está ciertamente ocupado en muchos otros frentes.

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PRUEBA DE FUERZA

Moscú lleva tiempo jugando una partida de ajedrez cuyo objetivo es mostrarse capaz de presionar en los flancos de la OTAN y de Occidente. Y hacerlo de diferentes maneras y en diferentes latitudes. Una “demostración de fuerza” continua para mostrar al mundo que es una potencia capaz de proyectarse en todas partes: de Ucrania a Cuba, de Corea del Norte a Siria. Y en este desafío, Libia tiene un papel esencial. Primero con Wagner y ahora con la “Legión Africana” que debe sustituir a los mercenarios de Evgheni Prigozhin, la Cirenaica del mariscal Haftar ha sido durante años el puesto de avanzada ruso en el Mediterráneo central y la cumbre de la estrategia africana de Rusia. La inteligencia estadounidense ha estado monitoreando durante meses los cargamentos que llegan a Tobruk y que se dirigen no sólo al ejército ruso en Libia sino también a las fuerzas de Moscú comprometidas en el Sahel. Y en los últimos meses, Yunus-Bek Evkurov –uno de los pocos viceministros de defensa que no terminó en las recientes purgas de Putin– ha aparecido en Libia varias veces para dejar claro que el control de Moscú en el este del país es cada vez más fuerte. Desde Bengasi, los funcionarios de Haftar siempre han negado la hipótesis de la construcción de una base naval rusa. La versión libia parece contradicha precisamente por la llegada de las unidades rusas. Que incluso si no tienen formalmente un puesto de avanzada en Tobruk, ciertamente actúan como anfitriones.

SIRENAS DE ALARMA

Para la OTAN, Europa y la propia Italia, la alarma hace tiempo que suena. Y ahora hay muchas señales a tener en cuenta. Durante la última reunión de la misión de apoyo de las Naciones Unidas en Libia, UNSMIL, el representante estadounidense, Robert A. Wood, confirmó la preocupación del gobierno. Y Jennifer Gavito, recientemente nombrada embajadora de Estados Unidos en Libia, pareció ser de la misma opinión y advirtió contra la creciente influencia rusa y china en una audiencia en el Comité de Asuntos Exteriores del Senado de Estados Unidos. Washington sabe que el caos libio es terreno fértil para cualquiera. Pero lo más preocupante es la influencia que el Kremlin está construyendo desde el corazón de África, en el Sahel, hasta las costas del Mediterráneo. Después de los golpes de Estado en Níger, Malí y Burkina Faso, Putin logró ocupar el lugar de Occidente (en particular de Francia y Estados Unidos) en una de las regiones más calientes del mundo. A principios de año, los rumores sobre una base rusa en la República Centroafricana se hicieron cada vez más insistentes. Y Libia puede ser la puerta de entrada no sólo para sus mercenarios, sino también para todo el tráfico dirigido hacia el Sahel. O viniendo del Sahel. Haftar, que es también interlocutor de Italia, es un peón fundamental para la estabilización de Libia y para controlar las rutas de los migrantes y todo el oscuro tráfico que prolifera entre África y el Mediterráneo. Pero la presencia cada vez más acentuada de los rusos puede cambiar (y mucho) las cartas sobre la mesa. Putin corre el riesgo de tener en sus manos no sólo una base para controlar el flanco sur de la OTAN, sino también un interruptor capaz de activar o desactivar una crisis (guerra pero también migración) según sus deseos. Otro frente en la guerra híbrida de Moscú contra Occidente. Y esta vez, a pocos kilómetros de la costa italiana.

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