Sábado 4 de Pascua » LaParola.it

Sábado 27 de abril de 2024
S. Zita; S. Liberal; B. Nicolás Roland
4 de Pascua
Hechos 13,44-52; Sal 97; Juan 14.7-14
Todos los confines de la tierra han visto la victoria de nuestro Dios.

LA ORACION DE LA MAÑANA

Padre, buscamos la verdad. Sólo ella nos libera de la oscuridad y la desesperación. Llévanos a tu Hijo que es la Verdad plena, el Camino recto, la Vida verdadera y el gozo que reaviva el corazón cansado y angustiado.

ANTÍFONA DE ENTRADA

Sois un pueblo redimido; anunciad las grandes obras del Señor, que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. Aleluya.

RECOPILACIÓN

Oh Dios, que en la solemnidad de la Pascua actúas por la salvación del mundo, continúa derramando tu benevolencia sobre la Iglesia, para que, fiel a tus mandamientos en la vida presente, alcance la plenitud del gozo eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que es Dios, y vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.

PRIMERA LECTURA

Nos dirigimos a los paganos.

De los Hechos de los Apóstoles 13,44-52

El sábado siguiente casi toda la ciudad de Antioquía se reunió para escuchar la palabra del Señor. Al ver aquella multitud, los judíos se llenaron de celos y respondieron a las declaraciones de Pablo con palabras abusivas. Entonces Pablo y Bernabé declararon con franqueza: “Era necesario que os fuera anunciada la palabra de Dios ante todo, pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, he aquí: nos volvemos a los paganos. De hecho, esto es lo que el Señor nos ordenó: “Te he puesto para que seas luz de las naciones, para que lleves la salvación hasta los confines de la tierra”. Al oír esto, los paganos se regocijaron y glorificaron la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban destinados a la vida eterna. La palabra del Señor se difundió por toda la región. Pero los judíos incitaron a las mujeres piadosas de la nobleza y a los notables de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron de su territorio. Luego sacudieron el polvo de sus pies y se dirigieron a Iconio. Los discípulos se llenaron de gozo y del Espíritu Santo.

Espada de Dios.

SALMO RESPONSORIAL (Del Salmo 97)

R: Todos los confines de la tierra han visto la victoria de nuestro Dios.

Cantad al Señor un cántico nuevo,

porque ha hecho maravillas.

Su mano derecha le dio la victoria.

y su santo brazo. r.

El Señor ha dado a conocer su salvación,

a los ojos del pueblo reveló su justicia.

Recordó su amor,

de su fidelidad a la casa de Israel. r.

Todos los confines de la tierra han visto

la victoria de nuestro Dios.

Alabado sea el Señor toda la tierra,

¡Gritad, animad, cantad himnos! r.

CANTO AL EVANGELIO (Jn 8,31-32)

Aleluya, aleluya.

Si permaneces en mi palabra,

vosotros sois verdaderamente mis discípulos, dice el Señor,

y sabrás la verdad.

Aleluya.

EVANGELIO

Quien me ha visto, ha visto al Padre.

+ Del Evangelio según Juan 14,7-14

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si me habéis conocido, también conoceréis a mi Padre; desde ahora le conocéis y le habéis visto”. Felipe le dijo: “Señor, muéstranos al Padre y nos bastará”. Jesús le respondió: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo puedes decir: “Muéstranos al Padre”? ¿No creéis que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os hablo, no las hablo por mi cuenta; pero el Padre, que permanece en mí, hace sus obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, créelo por las obras mismas. De cierto, de cierto os digo, que el que cree en mí, también hará las obras que yo hago, y mayores que éstas hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidáis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pides algo en mi nombre, lo haré.

Palabra del Señor.

HOMILÍA

“Vosotros sois un pueblo redimido, proclamad…”; es la voz del Señor que resuena al inicio de la celebración eucarística. No podemos hacer oídos sordos a este llamado ni pretender que no se nos dirige a todos personalmente, porque cada uno de nosotros ha recibido lo necesario para realizar esas grandes cosas que el Señor ha predicho. La grandeza a la que estamos llamados no es alboroto, porque se compone de simples y alegres “sí” cotidianos, de gotas de agua que calman la sed para nosotros y para muchos otros hermanos… “…casi la totalidad ciudad reunida para escuchar la palabra de Dios”. Los oyentes enamorados de la Verdad no aceptan ese “casi” que perturba el corazón del creyente sincero; Venciendo la indiferencia, toman el ejemplo del Buen Pastor y parten en busca de su hermano, que no responde, porque el vacío que deja es demasiado grande. Nuestra fe se hace anunciada cuando no permanece “privada” y escondida, no hay nada “privado” en el Reino de Dios. La oración y la humildad, la coherencia y la valentía, constituyen un buen combustible para alcanzar pastos lejanos. Quizás no hagan falta muchas palabras… Los hijos de la Caridad son incansables, sostenidos por el Señor que dijo “Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí”. Nosotros también estamos allí con Él; si acogemos al Señor, pan de vida, entramos en la vida, en la Santísima Trinidad que es única y siempre intercambio de amor. (Padres Silvestrinos)

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Santifica, oh Dios, los dones que te presentamos y transforma toda nuestra vida en ofrenda perenne en unión con la víctima espiritual, tu siervo Jesús, único sacrificio que te agrada. Él vive y reina por los siglos de los siglos.

ANTÍFONA A LA COMUNIÓN

“Aquellos que me has dado, Padre, quiero estar conmigo donde yo estoy, para que contemplen la gloria que me has dado”.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Oh Dios, que nos alimentaste con este sacramento, escucha nuestra humilde oración: que el memorial de la Pascua, que Cristo tu Hijo nos mandó celebrar, nos edifique siempre en el vínculo de tu caridad. Por Cristo nuestro Señor.

ORACIÓN NOCTURNA

Padre, la noche es el símbolo de la muerte y tememos a la muerte como un niño teme a la oscuridad. Haznos entender que Jesús no nos deja para siempre. Haznos comprender que ir al Padre no significa separarnos de Jesús, sino compartir con él su hogar y su dicha celestial.

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