Un odio rastrero, furtivo y peligroso. Un miedo, el de pertenecer a la comunidad judía, que parecía perdido en el fondo de la historia. Y que reaparece por la izquierda. Marco Carrai, cónsul honorario de Israel, se declara “decepcionado pero no sorprendido”. Después de la masacre del 7 de octubre, los incidentes antisionistas aumentaron exponencialmente.
¿Ves un preocupante retorno del sentimiento antisemita en el horizonte?
«Es completamente inútil engañarnos pensando que el antisionismo no es antisemitismo. Son simplemente dos caras de una misma moneda. Quienes piensan que pueden separar al pueblo judío de Jerusalén no se dan cuenta de que están socavando los orígenes mismos de nuestra comunidad. Todavía hoy oramos sobre los cimientos de lo que fue el templo de David. A menudo, quienes cuestionan el derecho de Israel a existir se esconden detrás de la definición de antisionismo sólo por temor a ser acusados de haber olvidado la tragedia de la Shoah”.
¿Ha respondido coherentemente el gobierno de Netanyahu a la política de terror de Hamás o ha cometido errores?
«Israel es una democracia viva, donde la alternancia en el poder es un hecho establecido. Díganme en qué otros países la democracia podría mantenerse en un contexto similar. Esto se debe a que el judaísmo tiene sus raíces en la discusión de la Torá en el templo. Hamás es una organización paramilitar terrorista. Y es la Unión Europea la que lo dice. Para Hamás, Israel no debe existir. Y esto está escrito, en blanco y negro, en los libros escolares distribuidos en Gaza. En Palestina no hay libertad. Basta pensar en la enorme disparidad de trato entre hombres y mujeres y hacia los homosexuales”.
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En Italia, las posiciones más intransigentes contra el mundo judío provienen de la izquierda. ¿Está sorprendido?
«Lo siento, pero no me sorprende. Hasta 1968, el mundo progresista siempre apoyó firmemente el nacimiento de Israel. El sionismo nació de una experiencia de izquierda, Theodor Herzl era de izquierda y la experiencia de los kibutzim es, aún hoy, el único caso de socialismo real concretamente realizado. Luego, una parte del mundo árabe se vinculó a la URSS y los escenarios cambiaron”.
En las universidades, los colectivos impiden hablar a los periodistas que no ondean la bandera palestina y, al mismo tiempo, les piden que ignoren los acuerdos de investigación con Israel. ¿Podemos definirlo todo con el término racismo?
“Absolutamente sí. Estamos ante una auténtica abominación. Y, lo quiero decir con contundencia, no está permitido mirar para otro lado. Las leyes raciales se firmaron en Pisa, en la finca de San Rossore. El primer paso fue precisamente impedir que los profesores de origen judío pudieran ejercer libremente su profesión.”
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Algunos ciudadanos judíos dicen que ya no se sienten tan seguros como hace unos meses. ¿Es este un miedo comprensible o completamente fuera de lugar?
«Es un miedo absolutamente comprensible. Basta abrir un periódico, leer lo que pasa en nuestras universidades, los escritos en las paredes, las estrellas de David dibujadas junto a las esvásticas. Basta pensar que en Davos, en la Suiza civilizada, una tienda exhibía un cartel que anunciaba su intención de “no alquilar esquís a judíos”.
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