Crepet, nuestro grillo parlante

“¿Qué estás haciendo aquí? Quizás algo salió mal. No puedo tocar, no puedo cantar, no puedo actuar. Desde el escenario digo cosas que te duelen”, se dirige así Paolo Crepet al numeroso público que se reunió en el evocador escenario de la Arena Canteras de Fantianoescuchar, en lugar de mirar, el monólogo del escritor, psiquiatra y sociólogo (de adopción) veneciano que se inspira en su libro “Toma la luna”.
En realidad, esta luna nunca se menciona en el monólogo improvisado que parece no tener un hilo lógico pero que tiene la capacidad de abofetearnos como bofetadas verdades que conocemos pero que, probablemente, en el giro de nuestra vida diaria. No queremos escuchar porque no tenemos tiempo para detenernos y pensar. Crepet actúa un poco como Pepito Grillo de Pinocho a pesar de que está vestido de blanco total y parece más bien un turista en Panamá.

Pensamientos dispersos, por tanto, aquí y allá: nos habla de cómo nos hemos convertido en esta sociedad entregada a la mediocracia y por tanto al contenido, donde la tecnología nos ha puesto demasiado cómodos. Crepet imagina un diálogo surrealista con el escritor George Orwell y le dice que hemos ido mucho más allá de 1984 y el futuro nos ofrece mensajes más controvertidos que tranquilizadores. Las tecnologías diseñan un mundo de relaciones silenciosas subordinadas a nuevos órdenes categóricos. El factor humano está desapareciendo: “La voz ya no está de moda. Ya no llamamos, ya no preguntamos cómo estás, ya no decimos te extraño. Enviamos vocales frías salpicadas de algunos emoticones”.

La ausencia de relaciones sociales: “Estás bien solo incluso si estás con alguien. Habla con Alexa cuando tengas personas reales en casa con quienes hablar. Cada uno de vosotros ha organizado su propia soledad.”
El contacto físico ya casi no existe, afirma Crepet, que afirma haber observado el comportamiento de la gente en la zona de llegadas del aeropuerto de Fiumicino: “Ya no nos abrazamos…”

Y entonces ya no sales, ya no vas a un restaurante, ya no vas al teatro, ya no vas a comprar un par de zapatos. Lo tenemos todo a mano, sentados cómodamente en el sofá. Basta con un clic, “hay un dron de Amazon que te trae lo que quieres directamente a tu terraza después de pedirlo”. Sigue el humor negro: “¿Para qué necesitas zapatos nuevos? ¿Para ser elegante entre el baño y la cocina? Hace meses que no sales de casa…”.

En un pasaje muy sentido anima a las generaciones jóvenes a atreverse, a correr riesgos, a cometer errores incluso a costa de no cometerlos porque “Se empieza a ganar después de una derrota” y es “culpables de nuestras omisiones, no de nuestros errores”. La invitación a experimentar amistades reales y construir relaciones auténticas y no a crecer como “mónadas digitales”, acompañadas desde pequeños por la fría pantalla de un smartphone.

No todos somos iguales, como quisiera esta sociedad consumista que anestesia las conciencias: “Sólo si nos cortan la cabeza nos volvemos todos iguales”. Hay que buscar la propia singularidad, soñar, tener una pizca de locura. Y es simplemente una especie de alabanza de la locura (la referencia al drama pirandelliano ‘Enrique IV’) lo que hace Crepet cuando habla de Einstein, Nureyev o Laing (psiquiatra escocés). “Visto de cerca nadie es normal…”.
Crepet hace al público una pregunta algo sorprendente: “¿Qué es esencial para ti?”. Él mismo nos da la respuesta: “Lo que no es material es esencial”.
Y luego hacia el final la frase que quienes hacemos nuestro trabajo somos capaces de expresar: “El sentido de la vida es morir curioso…”. ¡Y quiero morir de curiosidad!

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