Ayrton Senna a 30 años de su muerte: retrato de un mito. Foto y vídeo

Ayrton Senna a 30 años de su muerte: retrato de un mito. Foto y vídeo
Ayrton Senna a 30 años de su muerte: retrato de un mito. Foto y vídeo

Era el 1 de mayo de 1994. Durante el Gran Premio de Imola falleció uno de los más grandes pilotos de la historia de la Fórmula 1. Ya había ganado tres títulos mundiales: era el más rápido, el más impetuoso, el más melancólico, el más querido. Se había convertido en un líder, incluso para sus rivales. Y por eso es un mito.

Mi nombre es Ayrton y soy piloto / Y corro rápido en mi camino”. Dos líneas bastaron para que aquel genio Lucio Dalla definiera la vida y quizás incluso la muerte de uno de los más grandes pilotos de la historia de la Fórmula 1. Han pasado treinta años desde aquel primero de mayo de 1994. Hoy Ayrton parece increíble, cumpliría 64 , quizás se habría convertido en comentarista de televisión, quizás le habría alcanzado cierta gordura, como Ronaldo el fenómeno, o quizás unas arrugas habrían rodeado esos ojos tan profundos como un océano. Ayrton me gustó mucho. Me gustaba su descarada melancolía y su forma inquieta de conducir a esas bestias monoplaza en los circuitos. Me gustó un poco menos que Gilles Villeneuve, cuya muerte no me avergüenzo de haber llorado. Eran dos acróbatas tristes, dos héroes indisciplinados y severos, capaces de entrar en conflicto con el mundo, despiadados en su afán de ganar, porque en el deporte no sólo se participa. foto | video

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LA SEGURIDAD – Senna una vez decidió chocar contra el coche de Alain Prost, porque lo odiaba, la rivalidad entre campeones, y porque quería vengarse de los agravios que el presidente de la Federación de Automovilismo le reservaba de vez en cuando. En el magnífico documental JábegaVéalo si puede, ahí está la historia del papel de liderazgo que tuvo Senna en las reuniones entre pilotos, para defender ante todo el derecho a la seguridad. Entonces era mucho peor que hoy, aunque entonces era mucho mejor que antes, cuando, en una década, uno a uno murieron los mejores: Jim Clark, Jochen Rindt, Ronnie Peterson y muchos corredores italianos, empezando por Lorenzo Bandini.

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Malos augurios – Aquellos días entre abril y mayo de 1994 en Imola, durante el Gran Premio de San Marino, estuvieron marcados por oscuros augurios. El viernes, primer día de pruebas, el Jordan de Rubens Barrichello despegó debido a una suspensión rota, chocó contra la red de seguridad, volcó antes de detenerse, con el piloto aturdido y herido. Al día siguiente sucedió lo peor. Un joven piloto austriaco, Roland Ratzenberger, murió en un accidente provocado por la pérdida de un alerón. A 314 kilómetros por hora el coche se estrelló contra el muro de la curva que lleva el nombre de Gilles Villeneuve y el niño, de 34 años, perdió la vida. Sus padres contaron más tarde que cuando era niño, vivía cerca de una escuela de pilotos, su juego favorito era pararse de espaldas a la ventana y, escuchando el rugido de los motores, reconocer la marca de los coches que pasaban. Senna quedó muy impactado por ese accidente y una vez más desafió la ira de la Federación yendo a inspeccionar la curva para rendir homenaje al piloto desaparecido y ver si todo estaba en orden. El médico de los pilotos, un buen hombre, le rogó que no corriera al día siguiente. Porque el circo no paró ni siquiera tras la muerte de uno de sus artistas. Ayrton tomará una bandera austriaca y la llevará al cockpit de su Williams Renault con la idea de ondearla en el muy probable caso de que gane la carrera. Estaba en la pole position, había ganado tres campeonatos del mundo, 41 grandes premios y había estado en la pole 65 veces. Fue el más rápido, no hay duda. Y era el más triste pero, a la vez, el más combativo.
No quería hacer nada más que ganar, simplemente ganar. Pero siempre pensando en el Dios que amaba, que lo llevó o tal vez lo dejó ese día de mayo, en su Brasil, tierra de epopeyas y cuentos de hadas, en el pueblo que respetaba.

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LUCIO DALLA OTRA VEZ – Nuevamente Dalla, en la canción que Ayrton le compuso: “Y, como hombre, me llevó años / Entender que también era culpa mía / Entender que yo también lo había hecho un poco / Y entendí que todo era falso / Entendí que tan bueno es un ganador como un perdedor / Me di cuenta de que la gente me amaba.”
Senna dijo una vez: «Los ricos no pueden vivir en una isla rodeada por un océano de pobreza. Todos respiramos el mismo aire. Necesitamos darles a todos una oportunidad”. Ayrton tenía carisma, un don que es raro, era fuerte y guapo. Es difícil pensar en su rostro, tan perfecto, desfigurado por la violencia de una muerte absurda.
Todos recordamos aquel 1 de mayo, Día del Trabajo. Esa maldita carrera no debería haber tenido lugar, así que la próxima vez Ayrton habría ondeado la bandera roja y blanca como ganador para honrar a su colega muerto. Vuelve a escuchar esa canción, un himno de amor a un piloto nacido en una tierra lejana y que murió a la misma edad que Ratzenberger, 34 años. “Mi nombre es Ayrton y soy piloto / Y corro rápido en mi camino / Aunque ya no esté mismo camino / Aunque ya no sea el mismo / Aunque aquí no haya pilotos / Aunque aquí no haya hay banderas / Aunque tal vez no haya ayudado nada / El circo cambiará la ciudad de todos modos / Me tienes dijo: cierra los ojos y descansa / Y yo, ahora, cierro los ojos”. Con los ojos cerrados también nosotros lo recordamos, treinta años después, porque pasa rápidamente a nuestras vidas, permaneciendo allí.

Walter Veltroni

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