Las últimas semanas han sido decididamente desafiantes. Hemos dejado atrás -pero también a fuerza de llevar compradores conectados con libros y catálogos en su interior- miart, el Salone del Mobile, el Fuorisalone, la Semana del Diseño y la Bienal de Venecia. Un maratón, el Milán – Venecia, sólo apto para los más testarudos corredor largo de gran intensidad que concluyó con el izamiento de la bandera blanca en el umbral del Pabellón italiano de Massimo Bartolini. En la salvaje carrera entre los Jardines, el Arsenal y los diversos edificios históricos que albergaban los Pabellones Nacionales, ciertamente no nos perdimos algunas joyas a diestra y siniestra; en mi opinión personal el proyecto “parientes y amigos” de Archie Moore para representar a Australia o la del colectivo Open Group con “Repite después de miPara Polonia, merecían cualquier cosa menos un silencioso “GUAU”. Pero no tengo intención de volver a hablar de arte, después de que colegas ilustres y atrevidos se hayan esforzado al máximo para escribir decenas y decenas de artículos sobre lo sucedido en las últimas semanas. Más bien, quiero llamar mi atención sobre cómo la gente del arte es absolutamente la más glamorosa del planeta. Un glamour que nada tiene que ver con ropa de diseñador o bolsos de edición limitada, sino que tiene que ver con estilo y personalidad que hablan mucho de cultura, costumbres, costumbres y carácter. Así, saltando y tratando de ver lo máximo posible en la Bienal “Stranieri Ovunque”, entre un barco y una calle estrecha, entre un bacaro y un banco, mi atención se centró en los trajes coloridos, desinhibidos y absolutamente excepcionales que se encuentran en estos locos días. Entre artistas, comisarios, influencers, coleccionistas, diseñadores o simples visitantes, he aquí un resumen sin elaborar rankings de los looks más atrevidos y sinceros de esta sexagésima Bienal de Venecia.