Jesús no rehuye la discusión de los judíos sobre la fuerza de la expresión acerca de su carne para comer. Es una expresión que sin duda choca y provoca, tanto en el sentido común como en el sentido religioso. Jesús, en cambio, insiste y vincula con la expresión al misterio de su ser hijo, de su envío del Padre y de la Pascua que le espera.
En nuestra vida no es tan difícil presenciar personas que se dejan comer por los demás: podemos pensar en una madre con un niño pequeño, una enfermera en un turno caótico, una maestra con 25 niños, un empleado en el mostrador durante el almuerzo. momento o a un cantante en el escenario de su concierto…
También hay casos en los que dejarnos comer significa ser devorados por algo que nos quita la vida: por una adicción, por la idolatría, por alguien que nos manipula…
Sin embargo, en la entrega de Jesús podemos distinguir dos características que lo hacen especial: en primer lugar, en él hay una opción de ofrecerse, es una entrega deliberada y no extorsionada. Y esto es porque la fuente de esa ofrenda no es él solo, no son las necesidades de los demás, sino el amor del Padre.
Su ofrecimiento de sí mismo, su entrega a comer por los demás es una puerta al Padre, una manera de dejar entrar a quien lo desee en el banquete de la comunión con Dios, que es vida eterna. Por eso, ser comido puede cambiar nuestra vida cada día al redescubrir el origen del que proviene todo y al poder leerlo como una ofrenda continua por los demás, para hacernos puerta de entrada al banquete de comunión entre nosotros y con Dios.
Leonardo Angius SJ
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Fuente: Levántate y camina – el evangelio diario con comentario
