¿Qué gobernanza para la defensa europea? – Euractiv Italia

Una cuestión fundamental para avanzar hacia la defensa europea es identificar un sistema de gobernanza capaz de decidir y actuar en los tiempos necesarios ante las urgencias y necesidades que puedan surgir con el tiempo en el nivel de defensa. Tener un instrumento militar europeo y no poder utilizarlo nunca debido a un sistema de toma de decisiones que asigna el derecho de veto a cada país miembro sería ridículo.

El vínculo entre la política exterior, de seguridad y de defensa es claro. Una defensa europea, como cualquier instrumento militar, debe estar al servicio de una política exterior y de seguridad. La misma cuestión surgió durante el intento de construir una Comunidad Europea de Defensa en la década de 1950, y muchos de los contenidos de ese Tratado, que entonces no fue ratificado, siguen manteniendo su relevancia y validez. Luego Francia, con Monnet y Pleven, propusieron crear una defensa europea. Italia, con Alcide De Gasperi, a partir de una propuesta de Altiero Spinelli, planteó el problema de crear también una Comunidad Política Europea.

Crear una defensa europea requiere unión política, es decir, completar el proceso de federalización de la Unión Europea, dotándola de una verdadera política exterior y de seguridad. Esto implica la creación de una estructura de gobierno federal responsable de la política exterior, de seguridad y de defensa. Es decir, de una Unión que realmente hable con una sola voz en el mundo.

¿Cómo financiar una defensa europea?

Para avanzar hacia la defensa europea necesitamos acordar cómo financiarla. Las defensas nacionales se financian con los presupuestos nacionales, es decir, con los impuestos y la deuda pública emitida por los estados. Una vez que esté en pleno funcionamiento, la defensa europea debería financiarse con cargo al presupuesto de la UE,…

Para ello, hay que dar a la Comisión los poderes de representación de la UE que actualmente tiene sólo en cuestiones comerciales, donde la Unión tiene competencia exclusiva y la Comisión negocia tratados con otros países y nos representa en la Organización Mundial del Comercio. No se puede tener una política exterior europea si los Estados miembros tienen posiciones diferentes en las organizaciones internacionales.

Recientemente, en relación con las resoluciones de la ONU sobre el alto el fuego en Gaza, los Estados miembros se dividieron entre los que estaban a favor, los que estaban en contra y los que se abstenían. Dada la diferencia de opiniones, algunos concluyen erróneamente que una política exterior europea es imposible. Pero en cada Estado europeo hay personas y partidos con esas posiciones diferentes: la diversidad de opiniones en política es normal. Pero en los estados hay un gobierno capaz de tomar posición. Lo mismo ocurre con la UE: para tener una política exterior no se necesita una homogeneidad irreal de opiniones, sino herramientas institucionales para decidir democráticamente, es decir, un gobierno federal.

En última instancia, la unión política y la representación de la UE en los foros internacionales implican la europeización del asiento francés en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, del mismo modo que la unión monetaria fue la europeización del marco alemán.

Naturalmente, esto se puede hacer progresivamente, previendo, por ejemplo, la participación de un representante de la Comisión junto al representante francés y con el compromiso de este último de respetar las decisiones y posiciones adoptadas a nivel de la UE.

Para luego llegar a la representación directa de la UE en la ONU. Especialmente si, al establecer su propia capacidad de defensa autónoma, la UE decidió aplicar unilateralmente el Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, que exige a los Estados miembros poner tropas a disposición de la ONU de manera estructural y permanente. Si la UE creara la Fuerza de Intervención Rápida de 60.000 unidades decidida en Helsinki en 1999, y decidiera poner 5.000 de ellas a disposición de la ONU. Semejante elección allanaría el camino para una reforma del Consejo de Seguridad de la ONU, que también permitiría una mejor representación de otras grandes zonas del mundo. Y enviaría una señal clara de que la creación de una defensa europea no tiene como objetivo convertir a la UE en una superpotencia militar, sino poder contribuir a la estabilidad y la paz en el mundo.

Sería un impulso muy fuerte para las integraciones regionales en otras áreas, para que puedan estar representadas como tales en el Consejo de Seguridad. Es decir, podría tener un efecto extraordinariamente positivo en general respecto de los distintos procesos de integración y por tanto de estabilización de diferentes zonas del mundo, así como a nivel de cooperación entre todas estas grandes áreas a nivel global.

Todo esto implica fortalecer las competencias y poderes de gobierno de la Comisión Europea, que es el embrión de un gobierno parlamentario de la UE, porque es el ejecutivo que gestiona el presupuesto y las políticas y rinde cuentas ante el Parlamento. En las elecciones, los partidos europeos presentan, además de su programa, a su candidato a la presidencia de la Comisión, de forma similar a lo que ocurre en las elecciones parlamentarias nacionales.

Se trata, por tanto, de dotar a la Comisión no sólo de un comisario específico para la industria de defensa, sino también de un comisario de defensa con poderes adecuados, así como de reforzar los del Alto Representante para la política exterior y de seguridad. Necesitaremos crear una comisión de defensa en el Parlamento Europeo. Y sobre todo, modificar el proceso de toma de decisiones sobre estas competencias, yendo más allá de la regla de la unanimidad en el Consejo, donde se sientan los Gobiernos de los Estados miembros, para pasar a la mayoría cualificada. Esto es fundamental para poder tomar decisiones en un tiempo razonable, especialmente ante las crisis.

Mientras que la unanimidad hace posible el chantaje por parte de Estados individuales, a veces por cuestiones que no tienen nada que ver con la decisión que se debe tomar, sino simplemente para aprovechar la oportunidad que suponen las decisiones unánimes sobre una cuestión urgente que requiere que todos obtengan algo a cambio en asuntos completamente diferentes. expedientes. Esto demuestra que la unanimidad es un sistema a la vez ineficiente y antidemocrático.

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