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La inteligencia artificial generativa, aquella que entiende lo que decimos y actúa en consecuencia proporcionándonos información, dibujos, planos, sugerencias y todo lo que podamos necesitar, es cada vez más eficaz y buena a la hora de completar las tareas que le pedimos.
Las futuras versiones de ChatGPT, Gemini, Meta AI y similares tendrán una memoria de hierro, podrán interpretar vídeos y fotografías sobre la marcha y se integrarán tan bien con la web que sustituirán a los motores de búsqueda en muchas de sus aplicaciones.
Se volverán tan hábiles para interpretar el mundo que nos rodea que dentro de un máximo de cinco años cada uno de nosotros tendrá uno encima, equipado con una cámara de vídeo, un altavoz que nos responda, capaz de interpretar nuestras peticiones vocales y conectado a todo nuestro sistema digital. mundo en la nube para poder organizar nuestras citas, recordarnos facturas vencidas, responder correos sin importancia u organizarlas para el siguiente día laborable.
O al menos esta es la idea de Marco Preuss, director europeo de Kaspersky’s Great (Global research team), que ve un desarrollo muy rápido y quizás demasiado polarizado de la IA.
“El desarrollo de la IA” – afirma Preuss – “está desequilibrado a favor de los grandes gigantes. Debería ser una tecnología lo más democrática posible, pero las inversiones necesarias y la dificultad para encontrar el hardware necesario hacen que esté disponible sólo para “unos pocos”.
