La ballena, la obsesión de Aronofsky con los cuerpos y su conmoción por la vergüenza con Michael Fassbender

La ballena, la obsesión de Aronofsky con los cuerpos y su conmoción por la vergüenza con Michael Fassbender
La ballena, la obsesión de Aronofsky con los cuerpos y su conmoción por la vergüenza con Michael Fassbender

viernes 3 marzo 2023 – Enfocar

En 2011 para presidir el Jurado del Concurso Venecia 68 de la Mostra Internazionale d’Arte Cinematografico se llamó darren aronofsky. Recién salido del éxito alcanzado por El Cisne negrocompetidor el año anterior, e incluso antes desde que ganó el León de oro por El luchador (2008), el director neoyorquino representó un polo de atracción fatal y carisma irresistible para los visitantes del Lido. La pregunta era obvia: ¿en qué competidor podrían enfocarse los gustos de Aronofsky? Lo que en una síntesis más perentoria se traduce como: “¿Qué le gustará a ese genio loco de Aronofsky?”

De acuerdo con su naturaleza rebelde, el primer paso que dio Darren como presidente fue iniciar una asistir a las “noches” organizadas por el entonces Teatro Valle Occupato en una estructura abandonada no lejos del área del festival. Descuidando quizás las fiestas oficiales. El segundo paso, decididamente más transgresor, fue hablar de las películas en competición que poco a poco vio proyectarse y cuyo destino decretaría.

El escritor fue casualmente “sujeto” a unas confidencias del entonces presidente del Jurado Veneciano precisamente en algunas de las “noches” de entretenimiento cultural fuera de festivales organizadas por Valle Occupato.

12 años después de aquellas tardes de finales de verano, la noticia ha perdido todo su valor de chisme (si es que lo tiene), pero el recuerdo más imborrable y hoy pertinente entre aquellas palabras secretas era este: Aronofsky estaba literalmente conmocionado y profundamente perturbado por la visión de Lástima De steve mcqueen, que compitió y ganaría el León de Plata por la destacada actuación de Michael Fassbender. Hasta el punto de asociarlo y ponerlo en paralelo, incluso en comparación, con el propio Réquiem por un sueño (2000). Difícil – imposible, dado el contexto – fue para mí responder a la pregunta “Te molestó más Lástima o mio Réquiem?”.

Saliendo de los recuerdos y entrando en los méritos de la poética temático/formal del director que hoy celebramos La ballenaese episodio resuena como elemento fortalecedor de una convicción: Darren Aronofsky está literalmente obsesionado con el cuerpo, el círculo mágico dentro y alrededor del cual gira su visión del mundo.. Entre simbologías, metáforas, alegorías, sacralidad y abigarradas pluralidades funcionales y semánticas con las que se puede revestir el “signo” somático, no cabe duda de que para el cineasta nacido en febrero de 1969, la corporalidad representa la metonimia de la existencia problemática, el microcosmos a que pertenecen las criticidades (y toxicidades) de la vida, incluso si están cubiertas por sacralidad y conocimiento.

La inmensidad corporal del protagonista de La ballena es la versión extra grandepero en realidad no difiere de las exhibidas en toda la filmografía del cineasta, obra sin duda nutrida de una coherencia interna excepcional.

Como los otros “cuerpos” representados en su cine, La ballena es el soma herido, “intoxicado” por el conocimiento gnoseológico distorsionado, o -para simplificar- que participa del acto experiencial de conocerse a sí mismo, para bien o para mal. De manera diferente, pero aún dañado y “corrompido”, está el cuerpo delirante de Max en él. π – El teorema del engaño (1998), así como los cuerpos “muertos” y amputados de Sara, Harry y Marion por Réquiem por un sueñoel arruinado de El luchador, el cuerpo maníaco de El Cisne negro. Y problemáticos, a su manera, son también los cuerpos “sacralizados” de la Madre en ¡Madre! (ver la reseña del video) (2017) y el epónimo Noé (2014), incapaz de salir de su rol, que participa físicamente del conocimiento, la fortuna y el sufrimiento del hombre y de los animales. La ballena también se está muriendo porque rechaza cualquier salvación de su propia autolesión, otra de las características de varios cuerpos aronofskyanos.

No es de extrañar, por tanto, el susto que experimenta Aronofsky ante la película. Lástima del colega británico: ese cuerpo adicto al sexo, aprisionado en un sufrimiento tóxico, podría pertenecer plenamente a uno de sus personajes, podría ser el protagonista de uno de sus dramas, la vibrante pieza de un mosaico litúrgico-obsesivo suspendido entre la vida y la muerte, que a lo largo de los años se ha ido también ha contagiado al público cinematográfico de una adicción irresistible.

LA BALLENA: DESCUBRE DONDE VERLA

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