te contamos la última película de Ugo Gregoretti, un inolvidable maestro de la ironía

te contamos la última película de Ugo Gregoretti, un inolvidable maestro de la ironía
te contamos la última película de Ugo Gregoretti, un inolvidable maestro de la ironía

A 5 años de la muerte de Ugo Gregoretti, director, actor y autor, llega al cine su mensaje póstumo, Yo, el tubo y las pizzas, que reúne un compendio de sus trabajos televisivos y una sorpresa.

Los millennials nunca podrán saber cuánto extrañamos nosotros, los boomers y nuestros padres, la televisión del pasado, a veces innovadora y atrevida, pero sobre todo variada, que además de poner en escena obras maestras literarias en bellos dramas, producía historias de detectives, ciencia ficción y una variedad de alto nivel. Además de una manera instructiva y cultural de hacer televisión, que hoy muchos encontrarían demasiado seria y “lenta” (palabra más utilizada por quienes no tienen cultura audiovisual), también supo dar espacio en los años 60 a personajes innovadores como como Paolo Villaggio, Cochi y Renato, Paolo Poli, Enzo Jannacci y muchos otros y, en el ámbito de los autores y directores, a figuras del calibre de Nanny Loy Y Ugo Gregoretticapaz de llevar a la pequeña pantalla, el primero, la cámara espontánea italiana, el viaje en segunda clase en trenes que entonces no se diferenciaban, en términos de comodidad, de los trenes militares, y el segundo, una versión muy entretenida del Papel Pickwick, donde entró como comentarista entre los personajes fantásticos de Charles Dickens y sus investigaciones sobre los fenómenos italianos más extraños. Ambos fueron también directores de cine, con notables resultados.

Al tener que contar su historia, mientras se acerca el final de su viaje terrenal, ese imparable bromista de Ugo Gregoretti decide hacerlo, en Yo, el metro y las pizzas., que llega al cine recién en 2024, cinco años después de su muerte, a través de sus entretenidas incursiones televisivas en campos que hoy nadie se atrevería a explorar con el mismo descaro irresistible. Porque lo que caracterizó al gran autor, director y ocasionalmente actor, fallecido a los 88 años, fue una mordaz ironía, la capacidad de captar lo cómico y lo ridículo de la vida, sin menospreciar a las personas a las que contaba. Porque eso era Italia y esos eran los italianos y siempre había algo que aprender. En Yo, el metro y las pizzas.elegido como formato viable para su edad y condiciones físicas (el proyecto inicial era el de una película basada en su libro “La historia soy yo”), la fórmula es la de un paseo por Villa Borghese en el que, acompañado de su hijo Filippo Gregoretti y su nuera Tai Hsuan Huangse inspira en sus observaciones para mostrar algunos fragmentos de su riquísima carrera, aquellos que mencionamos antes y que lo convierten en un espectador (casi) imposible: desde el rostro de Jesucristo que parece aparecer en la pared de una casa, rodeado por creyentes y escépticos, hasta las granjas de avestruces que lo aterrorizan, desde el concurso unisex Golden Culetti, en el que se aburre pero encuentra la manera de conversar con un simpático carnicero, hasta la fábrica de condones, desde la Feria de Gadgets Eróticos hasta la encuentro con un hombre muy joven Rocco SiffrediAún Rocco Tanoy su padre.

Siempre bromista, curioso, con esa sonrisa incontenible que de repente ilumina su mirada y se asoma por las comisuras de su boca, Gregoretti nos muestra el país que éramos, el ingenuo, ignorante pero alegre, en lo que casi parece un comentario. en aquel en el que vivimos hoy, que ha permanecido ignorante (es más, ha vuelto a ser ignorante) pero del que la alegría ha desaparecido. Al final, como una confirmación más de cómo han cambiado los tiempos (al menos aparentemente, dado que las recomendaciones aún hoy cuentan mucho para conseguir trabajo), nos regala un fragmento de su película de 1962 I. nuevos angelesen el que en ese momento Gian Luigi Rondi escribió: “Los nuevos ángeles son los jóvenes de hoy, aquellos que, leyendo determinadas noticias, parecerían todos teddy-boys o blusones negros y que, en cambio, vistos de cerca -como los ve y observa la película de hoy-, aunque a veces sean demasiado frívolos o demasiado ingenuos, también logran ser personas serias: conscientes de los nuevos problemas de la sociedad contemporánea”. En los jóvenes, además, Ugo Gregoretti siempre había tenido fe y no es casualidad que nosotros, que estábamos en el momento de su mayor popularidad, la entendiéramos y apreciáramos.

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