El nuevo ayuntamiento acaba de asumir sus funciones y la emoción de los elegidos es palpable. Y quién sabe qué emocionados estaban los concejales que asumieron el cargo en 1946, después de veinte años de régimen fascista. Entre ellos estaba también mi abuelo, Claudio Varese, un profesor socialista sardo que llegó a Ferrara a principios de los años treinta. Los ritos seculares de la democracia no se daban por sentados en absoluto para esa generación. En 1946 el PCI obtuvo el 43% de los votos, mientras que el PSI el 30%. Aunque ligeramente, el resultado local fue mejor que el de la Asamblea Constituyente. No se puede decir lo mismo del resultado del 9 de junio de 2024. Por doloroso que sea, debemos realizar un análisis despiadado de los resultados y preguntarnos qué pueden hacer los progresistas para volver a ganar en esta ciudad.
En Ferrara, de 160 escaños, la izquierda se impuso en cuatro y obtuvo otros tantos. El mapa de votación es un mar azul con puntos rojos casi invisibles. La lista del candidato a la alcaldía recibió menos del 6%, mientras que la de Alan Fabbri obtuvo el 30,56%. La comparación con los resultados de las elecciones europeas es despiadada: el 31% de los electores vota al PD para el Parlamento de Bruselas, mientras que en el Ayuntamiento sólo el 22,51% elige ese partido. Faltan más de 6.400 votos (9%). Algunos dicen que es fisiológico que un partido obtenga menos votos en las elecciones locales (donde se presentan las listas cívicas) que en las nacionales. Sin embargo, el PD de Ferrara registra, en comparación con el resto de la región, la mayor diferencia (negativa) entre los dos resultados. Esta brecha incluso ha aumentado en comparación con el otro resultado catastrófico de 2019.
Mientras el PD de Elly Schlein y Stefano Bonaccini (ahora aliados) gana votos, la organización local pierde. Evidentemente, el PD no parte de cero: los concejales elegidos marcan una renovación importante para el futuro. La derrota no es sólo para el PD. Incluso el M5S y los Verdes de Izquierda pierden votos en comparación con las elecciones europeas. Cuando el grupo La Comune decidió constituirse como lista alternativa, sus miembros afirmaron que frenarían el abstencionismo de izquierda. Esto no sucedió. Zonari fue elegido con apenas el 3,9%, resultado muy alejado del de Fusari en 2019 (8,63%). Muchos hoy critican la campaña de Fabio Anselmo, que se comprometió generosamente. El límite de esa candidatura fue aguas arriba: el diálogo iniciado desde la izquierda fue abruptamente interrumpido, sin organizar a tiempo las primarias de la coalición. Querían forzarlo cuando en cambio era necesario expandirse y construir.
Es sorprendente que los partidos de la coalición perdedora no utilizaran bien las herramientas políticas modernas para comprender lo que quería el pueblo de Ferrara. Las encuestas pueden guiar la campaña electoral e identificar áreas donde se pueden concentrar los recursos y el debate. No basta con hacer una pregunta tajante sobre nombres al principio de campaña (Calafà vs Anselmo) y otra nada más empezar, siempre sobre nombres y sin métodos científicos. La izquierda no perdió porque fue incapaz de comunicar (tesis muy difundida y absolutista), perdió porque no supo escuchar y comprender.
El Municipio interactúa con la Provincia, donde la izquierda pierde en casi todos lados. Por lo tanto, necesitamos un método y un proyecto para toda la zona de Ferrara si queremos evitar otra debacle en 2029. Necesitamos abandonar los muros e identificar inmediatamente algunos temas clave. Luego se deben llevar a cabo iniciativas públicas que propongan soluciones claras. Hay que escuchar, estudiar y no improvisar. Con humildad y valentía debemos esforzarnos por ser dignos herederos de quienes fueron elegidos allá por 1946.
* profesor en universidades
de Oxford y París
(Ciencias Po)
