«Asesinado por razones triviales. El único objetivo es hacerle sufrir”. El silencio de los jóvenes de 16 años que no responden.

«Asesinado por razones triviales. El único objetivo es hacerle sufrir”. El silencio de los jóvenes de 16 años que no responden.
«Asesinado por razones triviales. El único objetivo es hacerle sufrir”. El silencio de los jóvenes de 16 años que no responden.

La única intención real era “causar sufrimiento y muerte”. Se trata de un pasaje de la disposición con la que el juez de instrucción del Tribunal de Menores de L’Aquila validó la detención de los dos jóvenes de 16 años considerados responsables del asesinato de Thomas Christopher Lucianide 17 años, brutalmente asesinado con 25 puñaladas, el pasado domingo, en el parque “Baden Powell”, en el centro de Pescara, por una deuda de 250 euros ligada al tráfico de drogas. Para ambos niños, quienes hicieron uso del derecho a no responder, el juez ordenó la custodia en un centro de menores.

El crimen por razones triviales.

El marco circunstancial, escribe el juez de instrucción Roberto Ferrari, “pone de relieve la pulsión dañina, la de causar sufrimiento y matar a un ser humano, como causa determinante de la acción”. Un delito atroz por “motivos triviales”, circunstancia que cuestionan los dos menores (no premeditación) y que de confirmarse en el juicio, considerando que no está prevista la cadena perpetua para los menores, podría dar lugar a la aplicación, según el procedimiento, de circunstancias atenuantes y medidas alternativas. “El niño está en shock, ausente, frío ante sus emociones, pero creo que es normal, es un niño que tal vez se está dando cuenta de que ha hecho algo más grande que él mismo”, afirma, al final de la audiencia de validación, el abogado Marco Di Giulio, que asiste a uno de los dos menores.

La tarde de la violencia

Mientras tanto, de los testimonios de los niños involucrados surgen otros detalles de aquella tarde de violencia. “No pensamos en llamar a nadie, ni a la policía ni a la ambulancia”, declaró un joven muy cercano a uno de los dos jóvenes de dieciséis años detenidos. Un testimonio que confirma cómo los niños -a pesar de que todos estaban conscientes de lo sucedido- abandonaron el parque, mientras el cuerpo de tomás se tumbaron entre la maleza, para ir “en paz” a la playa, donde fumaron hachís y se tomaron fotos.

La selfie después del asesinato.

En concreto, en el teléfono de uno de los dos detenidos hay una foto de él en la playa, con el puño en el pecho y en posición orgullosa. Un selfie tras el crimen tomado a las 18.21 del domingo, con Thomas ya muerto. Y a partir de las imágenes de las cámaras de videovigilancia se muestra en fotogramas la atroz jornada de sangre e indiferencia: a las 16.54 vemos al grupito en el parque, allí también está Thomas, con bermudas y sudadera blanca. Luego, en el fragmento de las 17.21 ya no se le ve. Pero a uno de los dos detenidos se le ve vestido diferente: tuvo tiempo de cambiarse antes de alejarse. Mientras se realiza la autopsia al cuerpo de Thomas -la realiza el forense Cristian D’Ovidio en nombre del Juzgado de Menores-, continúan las idas y venidas frente al parque con ciudadanos dejando flores y notas. En la entrada se colocó una pancarta con las palabras “Crox vive”. Para el final de la tarde está prevista una vigilia de oración en memoria de Tomás, promovida por la Comunidad de Sant’Egidio. La ciudad todavía está en shock y muchos se preguntan sobre las causas del episodio y el problema de las penurias de los jóvenes. «Creo que la experiencia del encierro – dice a ANSA Rosario Sorrentino, neuróloga y comunicadora científica – fue una incubadora gigantesca que redujo desproporcionadamente diversas formas de malestar mental. Con el abuso de las redes sociales se retrasa aún más la maduración de esa parte de nuestro cerebro que debería poner un freno, una censura a determinadas conductas, a determinados impulsos. En este caso concreto, asistimos a una especie de reparto de un plan aterrador que tendría como objetivo reprimir, hacerles pagar por no haber respetado normas o códigos muy cuestionables, rozando así la tragedia. Personas irreprochables, desprevenidas, que luego cometen acciones espantosas. Nos enfrentamos a la tragedia de la normalidad”.

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