La degradación de las calles y plazas históricas de Turín: un ataque a la belleza de la ciudad – Turin News

Parafraseando un famoso dicho del Ministro de Propaganda del Tercer Reich, cuando oigo hablar de reurbanización en Turín, tomo el arma. Sí, porque la “reurbanización” en esta desafortunada ciudad significa, con demasiada frecuencia, borrar las huellas del pasado y, con un deseo quizás inconsciente de fealdad, introducir artefactos banales del llamado mobiliario urbano.
Turín, una ciudad que alguna vez fue sinónimo de elegancia y nobleza, está perdiendo progresivamente su rostro histórico.

Las calles y plazas que alguna vez brillaron con el encanto del siglo XIX se transforman en áreas anónimas, similares a los estacionamientos de los supermercados suburbanos.

Este desastre estético es el resultado de las malas decisiones de las administraciones municipales que, en una especie de manía destructiva, continúan retirando los históricos pavimentos de piedra para sustituirlos por cubos de pórfido, piedras de Luserna y betún. La degradación está ahí para que todos la vean, pero parece que los intelectuales de Turín, siempre dispuestos a movilizarse incluso por las causas más triviales, están ciegos ante este desastre.

Las “reurbanizaciones” más o menos recientes de calles y plazas históricas no son más que un insulto a la belleza y elegancia que han caracterizado a la ciudad durante siglos. Esta devastación, perpetrada con descarada arrogancia, se manifiesta en intervenciones que no sólo desfiguran la estética de los lugares, sino que también distorsionan su alma histórica. Un claro ejemplo de esta masacre es la Piazza Solferino. Alguna vez fue una joya de Turín, con su suelo pavimentado que narraba siglos de historia. Hoy, en su lugar, encontramos los tristemente conocidos cubos de pórfido, idénticos a los encontrados en los patios de las fábricas. No es sólo una cuestión de estética, sino de identidad: Piazza Solferino ha perdido su alma, la han convertido en un lugar corriente, desprovisto de ese carácter único que la hacía especial. Piazza Savoia no se salvó. También aquí las aceras históricas han sido sacrificadas en aras de una modernidad mal concebida. Sustituirlo por pórfido no sólo desfigura la apariencia de la plaza, sino que también compromete su funcionalidad. Los pavimentos originales, elaborados artesanalmente, fueron diseñados para perdurar en el tiempo y resistir las inclemencias del tiempo. Los cubos de pórfido, en cambio, se deterioran con facilidad y requieren continuas reparaciones, con costes que recaen sobre los ciudadanos. Piazza Carlina, otro ejemplo emblemático, corrió una suerte similar. Esta plaza, como muchas otras, ha sido víctima de una visión miope que no logra comprender el valor del patrimonio histórico. Lugares que antaño estaban llenos de encanto se han transfigurado y ahora son incapaces de despertar el orgullo de los turineses.

Pero esto no terminó aquí. Las calles centrales de Turín han quedado literalmente marcadas por el asfalto. Via Cernaia y Via Pietro Micca, calles antaño majestuosas y ricas en historia, ahora son extensiones anónimas de betún y vías de tranvía en la parte central, con, a los lados, tristes testigos, los restos de piedras originales, vergonzosamente sustituidas por parches de alquitrán en caso de rotura. . Via Madama Cristina corrió la misma suerte. Ahora en Via Po hay obras de construcción para la “reurbanización” que correrán la misma suerte. Estas obras, según sus responsables, deberían mejorar la usabilidad de los espacios y facilitar el paso de los tranvías. Pero la realidad y el impacto en la simbólica calle del centro histórico serán devastadores. Se ofende la elegancia y la historia de la ciudad, se lleva a cabo un acto de vandalismo autorizado que está transformando Turín en una ciudad corriente, cada vez menos atractiva. Están borrando el aspecto elegante y sofisticado del pasado con capas de hormigón y alquitrán. La ceguera de las administraciones de Turín es aún más evidente cuando se miran ciudades como Milán, donde se conservan, mantienen y valorizan las aceras contemporáneas a las de Turín. Milán ha comprendido la importancia de preservar su patrimonio histórico no sólo por su valor cultural intrínseco, sino también como atractivo turístico. Las calles y plazas de Milán, todavía pavimentadas con piedra, cuentan una historia que los turistas están ansiosos por escuchar y experimentar. En via Pontaccio, en el centro de Brera, se han restaurado las losas de piedra cortadas para los raíles cuando pasaba el tranvía. Los tranvías pasan por la asfaltada Via Manzoni milanesa, tan central como nuestra Via Roma, pero a nadie se le ha ocurrido nunca asfaltar la parte central como ocurrió en nuestra Via Cernaia, pero la lista de horrores es larga y desoladora. Sólo uno para todos: ¡el monstruo ecológico Fuksass en Porta Palazzo! Uno de los misterios más desconcertantes de estos hechos es el silencio de la Superintendencia, organismo responsable de proteger el patrimonio histórico. ¿Dónde están las intervenciones para defender las piedras históricas de Turín? Parece que la Superintendencia ha abdicado de su papel, permitiendo intervenciones perversas para transformar la ciudad en una caricatura de sí misma. Está claro que las llamadas “reurbanizaciones” no son más que operaciones de renovación superficiales, incapaces de comprender la verdadera esencia de la ciudad. Los administradores municipales muestran una preocupante ignorancia y una total falta de previsión.

No entienden que una ciudad que quiera atraer turistas debe mantener y potenciar sus peculiaridades histórico-arquitectónicas. Cada acera removida, cada plaza transformada, es un pedazo de historia que se borra. Es preferible optar por soluciones más baratas y menos duraderas, que invertir en la conservación del patrimonio histórico. Estas intervenciones, además de resultar escandalosas por su fealdad, distorsionan el espíritu de la ciudad. Turín merece algo mejor. Merece una clase dominante, no sólo política, que se preocupe por su historia y su patrimonio, que sepa ver más allá del corto plazo y que invierta en la conservación de sus bellezas. Continuar por este camino significa contribuir a condenar a la ciudad a un declive inexorable. Es hora de decir basta a esta devastación y devolver a Turín su verdadera alma, la de una ciudad elegante y única.

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