Festival de Danza de Florencia, el drama hiperrealista Dyptych abre el espectáculo

Festival de Danza de Florencia, el drama hiperrealista Dyptych abre el espectáculo
Festival de Danza de Florencia, el drama hiperrealista Dyptych abre el espectáculo

Florencia, 18 de junio de 2024 – desde el ojo de la cerradura. Corría el año 1995, cuando bajo el ala protectora del coreógrafo belga Alain Platel y su colectivo “Les Ballets C. de la B.” conocieron al talento argentino por primera vez en Bruselas gabriela Carrizo y el genio de los franceses Franco chartier: de ese encuentro dos años después nació una compañía de “voyeurs bailarines”, i Mirones – en italiano, un voyeur travieso – dispuesto a colarse en residencias de ancianos y guarderías, escuelas y centros sociales de las caóticas aglomeraciones urbanas contemporáneas, observados con una mirada distorsionadora y surrealista.

Tras el éxito de la obra “32, Rue Vandenbranden”, que marcó el despegue mundial del grupo en 2009, Peeping Tom creó entre 2013 y 2017 un tríptico para el Nederlands Dans Theatre 1: “The Missing Door”, “The Lost Room” ” y “The Hidden Floor”, que realizó giras exitosas en los principales teatros europeos. Hoy, con motivo de la inauguración de la trigésima quinta edición de Festival de Danza de Florenciaese tríptico se convierte “Díptico – La puerta perdida y la habitación perdida”y estará en escena entre el jueves y el viernes, llevando toda su energía hiperrealista e inquietante al Chiostro Maggiore de Santa Maria Novella.

Entre luces apagadas y sombras macabras, la escenografía emerge de la oscuridad: una sala de estar, un hombre tendido en una silla, una mujer en el suelo abandonada y arrastrada por un camarero, que entra por una de las mil puertas abiertas de la sala. limpiar el suelo de rodillas con un trapo dispuesto a cobrar vida: el público es transportado así a una atmósfera lynchiana y alucinatoria, entre vientos impetuosos, cuerpos desarticulados y danzas violentas, que puntúan miedos y angustias, incertidumbres y ansiedades, acentuadas por la banda sonora desestabilizadora y la disposición diagonal y perspectiva de los objetos.

Desde el salón, la escena pasa sin problemas a un dormitorio, donde entre puertas abiertas a la nada y armarios que engullen a quien los abre, relámpagos y torbellinos de viento, los cuerpos voluptuosos de amantes desesperados se retuercen en abrazos furiosos y fúnebres, frente a las miradas de asombro del pueblo traicionado. De sus bailes salvajes emerge por un momento la imagen de un viajero anciano, abrumado por el peso de sus maletas y desplomado en la cama, y ​​de una madre que grita, mientras su hijo, arrancado de sus brazos, sigue llorando a lo lejos: en En el medio, ahí estamos nosotros, encerrados en nuestro voyeurismo desesperado.

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