Palermo se encuentra en una de las fases más delicadas de su temporada. De hecho, los rosaneros, tras haber anunciado al entrenador y al director deportivo, están decidiendo en una mesa las estrategias para la reconstrucción del equipo, un equipo que este año tendrá la obligación de luchar por el ascenso directo.
La temporada que acaba de terminar nos ha dado muchos fracasos, eso lo tiene claro todo el mundo. Una lista bastante larga de jugadores, además de cesiones no canjeadas que ya han regresado a sus clubes, abandonarán la capital siciliana debido a actuaciones decepcionantes. El problema es que incluso aquellos que lo han hecho bien están atrayendo el interés de otros equipos, y esto podría ser un gran riesgo.
Premisa necesaria: el fútbol moderno nos enseña que nunca se debe retener a un jugador en contra de su voluntad. Dicho esto, con el debido respeto a quienes esperan una revolución total, sería oportuno al menos intentar retener a los (pocos) jugadores que en los últimos años han demostrado que pueden jugar en un Palermo ganador. Hablamos en primer lugar de Jacopo Segre, que acabó en el punto de mira del Lecce, pero también de Claudio Gomes y Lucioni, que no están tan seguros de quedarse.
Lo mismo se aplica a Matteo Brunori. Este es quizás el caso más espinoso: el atacante se encuentra en una fase de tensión con el club y tiene ambiciones legítimas de la Serie A. La ruptura, sin embargo, podría solucionarse también gracias a la mediación de un nuevo entrenador que podría mejorar sus características.
Por supuesto, no estamos hablando de jugadores irremplazables. La cuestión es que las revoluciones “totales” rara vez dan resultados rápidamente. Palermo, como se mencionó anteriormente, tiene la obligación de ganar el año que viene: al cambiar “demasiado”, está asumiendo un gran riesgo.
